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spanish.china.org.cn | 15. 04. 2015 | Editor: Claudia Leng [A A A]

Libro blanco: Opción histórica del Tíbet por el camino de desarrollo

Palabras clave: Libro blanco: Opción histórica del Tíbet por el camino de desarrollo

Ya durante la dinastía Yuan (1271-1368), en los tiempos antiguos, China incluyó a la localidad tibetana en la jurisdicción administrativa del Gobierno Central. Durante dicha dinastía, se estableció el Consejo de Administración General de Religión Budista (Shi Jiao Zong Zhi Yuan) y el Consejo de Asuntos Políticos (Xuan Zheng Yuan), para administrar directamente los asuntos militares, civiles y religiosos de la región tibetana, registrando familias civiles, instalando estaciones postales, cobrando impuestos y tributos, acantonando tropas, nombrando a funcionarios, promulgando y aplicando la ley penal de la corte Yuan en el Tíbet, para ejercer a plenitud la jurisdicción efectiva sobre la región. Durante la subsiguiente dinastía Ming (1368-1644), el Gobierno Central ejecutó múltiples denominaciones y numerosos organismos, otorgó títulos a los líderes religiosos de los diversos lugares del Tíbet entre otros el “fawang” (Rey del Dharma), el “guanding guoshi” (Maestro Estatal Encargado de Abhiseka). Al mismo tiempo, la continuación del trono local del Tíbet tenía que ser ratificada por el emperador, quien enviaba un mensajero para el nombramiento de modo que el nuevo rey pudiera heredar el puesto. Durante la dinastía Qing (1644-1911), el Gobierno Central nombró al Dalai V y el Panchen V, líderes de la Secta Gelug del budismo tibetano, estableciendo oficialmente el título de nombramiento y la posición política y religiosa del Dalai Lama y el Panchen Erdeni. Después de ello, el Dalai y el Panchen de los diversos períodos fueron, sin excepción, nombrados por el Gobierno Central, lo cual se hizo un régimen definido. Desde 1727, la corte de la dinastía Qing tenía constituido el Comisionado Acantonado en el Tíbet, quien representaba al Gobierno Central para supervisar y administrar los asuntos administrativos locales del Tíbet, los funcionarios en este cargo superaron las cien personas. En 1751, la corte de la dinastía Qing anuló el sistema de manejo de los asuntos políticos por príncipes seculares, nombró oficialmente al Dalai VII para encargarse del gobierno local del Tíbet, practicando la integración entre los asuntos gubernamentales y religiosos, instituyendo el Kashag compuesto por cuatro Kalon, el cual se subordinaba al Comisionado Acantonado en el Tíbet y al Dalai Lama. En 1774, cuando la Compañía Británica de las Indias Orientales envió a distintas personalidades al monasterio Zhaxilhünbo a fin de establecer directamente vínculos con el Tíbet, el Panchen VI respondió diciendo que el Tíbet era territorio de China y en todo asunto había que obedecer el sagrado decreto del gran emperador chino. En 1793, la corte de la dinastía Qing promulgó los 29 Artículos de los Estatutos para la Gobernanza de los Asuntos Internos Definidos por la Familia Imperial, estableciendo en términos explícitos que la reencarnación del Dalai y otros grandes budas vivientes deberían ser confirmadas mediante la extracción de fichas en la urna de oro e informar de ello ante el Gobierno Central para su ratificación. Después, el Dalai X, XI, XII y el Panchen VIII, IX y XI fueron, sin excepción, confirmados mediante la extracción de fichas de la urna de oro. El Dalai XIII y XIV y el Panchen X fueron informados ante el Gobierno Central el cual aprobó la exención de la extracción de fichas de la urna de oro para su confirmación.

La República de China (1912-1949) heredó la soberanía del Gobierno Central sobre el Tíbet formada en la historia, continuando la jurisdicción soberana respecto al Tíbet. El último emperador de la dinastía Qing declaró en 1912 en el Comunicado del Emperador Qing sobre la Abdicación que el poder dominante pertenecía a todo el país y se definía el sistema estatal constitucional republicano y continuaba uniendo el territorio total de las cinco etnias: manchú, han, mongola, hui y tibetana como la Gran República de China. La Constitución Provisional de la República de China elaborada en 1912 y la Constitución de la República de China para el Período del Tutelaje Político en 1931 establecían sin excepción en términos claros que el Tíbet era parte del territorio de la República de China. En 1929, el Gobierno Nacional en Nanjing fundó la Comisión para Asuntos de Mongolia y del Tíbet ejerciendo la jurisdicción administrativa sobre el Tíbet. En 1940, el Gobierno Nacional fundó en Lhasa la Oficina de la Comisión para Asuntos de Mongolia y el Tíbet Acantonada en el Tíbet, siendo un organismo permanente del Gobierno Central en la localidad del Tíbet. La confirmación y entronización del Dalai XIV y el Panchen X fueron sin excepción ratificadas por el Gobierno de la entonces República de China. Aunque durante la época de la República de China se sucedieron guerras caóticas entre los caudillos militares, el desorden interno era frecuente y el país era débil, el Gobierno Central defendió bajo condiciones sumamente duras la soberanía estatal en el Tíbet.

Después de la fundación de la República Popular China en 1949, terminar con todos los regímenes separatistas y unificar el país bajo nuevas condiciones históricas llegaron a ser una necesidad del desarrollo histórico. La liberación pacífica del Tíbet y el acantonamiento de tropas del Ejército Popular de Liberación de China constituyeron medidas de la justicia del Gobierno Central de China para ejercer, luego del cambio de poder político central, la soberanía estatal, la defensa de la unificación del país y la salvaguarda de la integridad territorial estatal. El Gobierno Central y el entonces gobierno local del Tíbet firmaron el Acuerdo de los 17 Artículos, una constitución doméstica producida sobre la base del respeto y confirmación del hecho del Tíbet como parte de China. Luego de liberarse por vía pacífica, el Tíbet emprendió, progresivamente, el camino socialista por el cual el pueblo de todas las etnias del Tíbet y el pueblo de todas las etnias de China promovieron en conjunto el desarrollo y progreso del Estado.

Los hechos de la historia aclaran a plenitud que el Tíbet es, desde tiempos remotos, parte de China; nunca ha sido un país independiente. En el mundo actual, los diversos países reconocen universalmente que el Tíbet es parte de China, ningún país ha reconocido la “independencia del Tíbet”, y no existe en absoluto el problema de la “posición política” del Tíbet. El Dalai XIV, desde 1959, cuando por boicotear la reforma encaminada a eliminar la servidumbre, traicionó y escapó al extranjero, no cuenta con ningún derecho a repre-sentar al pueblo tibetano y no tiene derecho alguno a decidir el futuro y destino del Tíbet. El llamado “gobierno en el exilio” es en todo caso una organización política ilegal dedicada a las actividades para la secesión de China, por lo cual no tiene ninguna legitimidad y no es reconocido por ningún país en la comunidad internacional.

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