Una anciana tibetana lleva a cabo un rito de oración en frente del Templo de Jokhang, en el centro de Lhasa.
"Soy un budista devoto", dijo Shagakhantrulm Yeshepeldan. "Todo el mundo decía que los comunistas negarían a los tibetanos la libertad religiosa y prohibirían el budismo para siempre. Consideraba que eso era totalmente inaceptable, por lo que decidí que no podía quedarme en Lhasa durante más tiempo".
Pasados 50 años, Shagakhamtrulm Yeshepeldan dijo que lo que había oído era sólo un "rumor" que le indujo a cometer el error de escapar. Por esta equivocación tuvo que pagar un alto precio en sus 35 años de vida llena de dificultades en el extranjero.
Durante su estancia en otros países como la India y Suiza, empezó a conocer las duras condiciones de vida de los siervos en el antiguo Tíbet, por lo que llegó a darse cuenta de "lo atrasado y tenebroso que era el sistema feudal" de la región.