Dos días antes del primer aniversario de los disturbios ocurridos en marzo del año pasado en Lhasa, capital de la región autónoma del Tíbet, en el suroeste de China, la vida parece haber vuelto a la normalidad en la ciudad sagrada, con una multitud de peregrinos que se dirigen al palacio de Potala y a los principales monasterios.
Después de concluir los rituales de rezo frente al palacio de Potala, una residente de Lhasa de 60 años llamada Phunchok comenta que espera que este año traiga salud, paz y buena suerte para todos.