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spanish.china.org.cn | 15. 04. 2015 | Editor: Claudia Leng [A A A]

Libro blanco: Opción histórica del Tíbet por el camino de desarrollo

Palabras clave: Libro blanco: Opción histórica del Tíbet por el camino de desarrollo

I. El viejo sistema se retira inevitablemente del escenario de la historia tibetana

En la década de 1950, cuando el sistema de servidumbre y esclavitud ya había sido repudiado completamente por la civilización contemporánea, la sociedad tibetana continuaba ubicada bajo la dominación de la servidumbre feudal teocrática. Esta servidumbre atentaba contra la dignidad humana, violaba seriamente los derechos humanos básicos, obstaculizaba de raíz el desarrollo social del Tíbet, en contra de la corriente progresista de China y el mundo.

–Representante típico de la integración entre el gobierno y la religión, la teocracia por encima de todo y la política teocrática

En el viejo Tíbet, la teocracia estaba por encima de todo, el poder político amparaba la teocracia, la teocracia controlaba el poder político, la teocracia y el poder político se fundían en uno solo, defendiendo la dominación de los tres propietarios feudales: las familias oficiales, la aristocracia y los monjes de capa superior de los monasterios. Conforme a estadísticas, antes de la reforma democrática efectuada en 1959, el Tíbet contaba con 2.676 monasterios y 114.925 monjes. El número de monjes ocupaba, aproximadamente, un cuarto de la población masculina. Este porcentaje superaba con creces el número de clérigos de la Edad Media en Europa, algo raramente visto en el mundo.

Bajo la política teocrática, la religión era manchada por la servidumbre feudal, los monasterios, en vez de sitios de sosiego y pureza para dedicarse en cuerpo y alma a la doctrina budista, concentraban baluartes de dominación en que se realizaban actividades religiosas, controlaban el poder local, llevaban a cabo la explotación económica, agrupaban fuerzas armadas, efectuaban juicios y otras funciones en un todo único. Algunos monasterios establecían tribunales en privado, donde además de esposas, grilletes y garrotes había también instrumentos de tortura como para sacar ojos y arrancar los tendones y los medios para castigar a siervos eran en extremo crueles. A principios de la década de 1950, en una carta dirigida por un departamento del gobierno local del Tíbet al cabecilla de la ceremonia Rab, actualmente reservada, anota que una vez, para congratular al Dalai XIV por el cumpleaños mediante la lectura de sutras, el personal entero del departamento Xiamiyuan necesitaba leer un dharma. “Con el objetivo de coronar de efecto esta ceremonia budista, es preciso realizar el mismo día una ofrenda de alimentos, para lo cual se necesita urgentemente un par de intestinos húmedos, dos cráneos, múl-tiples tipos de sangre y una piel humana entera. Que los presen-ten en seguida”. Entre los tres grandes tipos de propietarios, los de los monasterios eran los usureros que más préstamos concedían, ocupando aproximadamente el 80% del total.

Debido a que una gran cantidad de la población no se dedicaba a la procreación o a la producción sino que servían de instrumentos para la opresión y explotación de la política teocrá-tica, los recursos sociales eran escasos y el crecimiento demográ- fico era nulo durante largo tiempo. Según el libro de mediados del siglo XIX Registros Shengwu –anotaciones del Tíbet, en el año 1737, es decir, en el segundo año del reinado de Qianlong, el Departamento de Tierras Lejanas tras realizar estadísticas sobre las zonas bajo jurisdicción del Dalai y del Panchen registró más de 316.200 lamas. La población total del Tíbet en aquella época (sin incluir la del actual Qamdo) era de unos 1.090.000 habitantes. A comienzos de la década de 1950, la población del Tíbet apenas superaba el millón, es decir, en dos siglos el crecimiento fue mínimo.

Aprovechar la religión para reforzar el control de la sociedad es la característica destacada de la política teocrática. Li Youyi, famoso tibetólogo, funcionario de la Oficina de la Comisión del Gobierno Nacional para Asuntos Mongoles y Tibetanos Acreditada en Lhasa que trabajó en el Tíbet durante la década de 1940, en su artículo “Lo misterioso y no misterioso en el Tíbet” afirma: “Los siervos tibetanos sufrían de una explotación y opresión cruel. ¿Por qué no se levantaron para rebelarse? Les pregunté a los siervos. Sin embargo, no esperaba que respondieran ‘Di, laizai’ que significa consecuencia. Creen que su sufri-miento es la consecuencia de los pecados cometidos en la vida anterior. Solo si en la vida presente se someten al sufrimiento podrán limpiarse de los pecados de la vida anterior y en la vida subsiguiente podrían reencarnarse en un entorno mejor. Eso era la enseñanza de los lamas y los tibetanos no dudaban en creerlo.” Al modo de ver de Li Youyi, precisamente este tipo de control mental hacía que “los siervos acumulan méritos en toda esta vida para el futuro. Los aristócratas les castigaban a latigazos y los siervos creían por su parte que los aristócratas los estaban limpiando de los crímenes.”

El inglés Charles Alfred Bell (1870-1945), quien experi-mentó el Tíbet en persona, decía en su libro Portrait of a Dalai Lama: The Life and Times of the Great Thirteenth: “¿Acaso no te importa nada si te reencarnas en un hombre o un cerdo en la siguiente vida? El Dalai Lama es capaz de asegurar que te reencarnarás como hombre, ser funcionario grande o, algo mejor –ser un gran lama en un Estado donde prospera el budismo”. Añadía: “Sin duda alguna, los lamas adoptan medios de terror espiritual para mantener su influencia y controlar el poder político en sus manos.”

–Rigurosa jerarquía, atropello de los derechos humanos. Último baluarte de la servidumbre feudal en Oriente

El Tíbet anterior al año 1959 continuaba conservando la servidumbre feudal. La viajera francesa Alexandra David Néel estuvo en cinco ocasiones entre los años 1916 y 1924 en el Tíbet y zonas colindantes donde realizó investigaciones. En 1953 publicó su obra El antiguo Tíbet cara a la China naciente. En el libro, la autora describe la servidumbre del viejo Tíbet: “En el Tíbet, todos los agricultores son siervos endeudados de por vida. Entre ellos es difícil encontrar a alguno que haya cancelado la deuda.” “Para mantener la subsistencia, los siervos se ven obligados a pedir prestados dinero, cereales y ganado pagando intereses muy altos. No obstante, la cosecha del año venidero nunca era suficiente para pagar el interés que crecía.” “Bajo tales circunstancias, no tienen más remedio que volver a pedir un nuevo préstamo, ración, semillas… Así pasan año tras año, continuamente, sin que nunca cese. Ni en el momento de morir pueden librarse de la deuda, la cual recae en sus hijos, quienes desde el inicio de su vida de labranza, son oprimidos por estas deudas transmitidas desde generaciones ancestrales. El origen de esas deudas ya es cosa de un pasado muy lejano. Ellos no saben cuándo comenzaron.” “Estos hombres no pueden más que mantenerse en sus tierras, pobres, y sin libertad siendo cada año más pobres.”

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