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spanish.china.org.cn | 24. 03. 2014 | Editor: Sonia | [A A A] |
La Escuela de Evergrande es un cruce de caminos, una intersección entre las aspiraciones de miles de niños y las ambiciones de hombres de negocio de todo el planeta. China se encuentra rezagada en el deporte que más pasiones despierta en el mundo. La selección nacional sólo se ha clasificado una vez, en 2002, para la Copa del Mundo. El combinado chino perdió todos los partidos de la primera ronda en Corea. No marcó ni un gol.
La ineptitud balompédica del país contrasta con el enorme éxito cosechado en los Juegos Olímpicos. China lideró el medallero en Beijing en 2008 y obtuvo la segunda posición en Londres en 2012. Lo logró gracias a un programa nacional de selección temprana del talento, una exigente disciplina en centros de alto rendimiento y una ingente inversión del Estado para importar los mejores métodos y los mejores entrenadores.
Entonces el Gobierno chino intentó la misma estrategia con el fútbol: A partir de los años 90 se crearon numerosas escuelas, aunque los resultados no fueron los previstos. “Como el fútbol no da medallas de oro, la inversión del Estado ha sido insuficiente”, explica Gu Zi, un reputado periodista deportivo. “Cuando llegó la inversión privada, además, los dueños de los clubes tuvieron en muchos casos una visión cortoplacista; buscaban rentabilidad para el primer equipo sin invertir en el fútbol base”, argumenta.