Es muy impactante ver cómo un joven monje taoísta hace entrar profundamente dos agujas en las cuencas de los ojos de un niño. No lo estaba hiriendo, sino que aplicaba sus conocimientos de acupuntura, una forma de la medicina tradicional china, para tratar la ambliopía ingénita que sufría el pequeño de seis años, llamado Lele, oriundo de Zhengzhou, provincia de Henan. Después de unos días de tratamiento, la vista de sus dos ojos se elevó de 0,2 y 0,3 a 0,6 y 0,8, respectivamente. El médico es Jiu Zhen, muy conocido en el círculo religioso de Beijing.
Aunque se llevaba a cabo en ese entonces un debate sobre si se debe o no rechazar la medicina tradicional en China, Jiu Zhen se ocupaba en atender uno tras otro a sus pacientes en el templo taoísta Palacio Lüzu, sin interesarse por la disputa. “Con la medicina tradicional china he curado a muchos enfermos para los que la medicina occidental no había encontrado remedio. Es cierto que la ciencia no puede explicar todavía a qué se debe la efectividad de nuestro método en algunos casos, pero no creo que todas las cosas existentes deban ser explicadas por la ciencia”, afirmó el monje.
El que Jiu Zhen tenga plena confianza en sí mismo se debe precisamente a la recuperación sucesiva de sus pacientes. La anciana Guo, de 72 años, llevaba más diez años sufriendo una bronquitis crónica y no dejaba de toser de la mañana a la noche; además tenía artritis reumática desde hacía 12 años y no podía caminar. No dormía sin tomar anodino. Según la medicina occidental, le inyectaban antibiótico cuando le atacaba la enfermedad, lo que le aliviaba el dolor momentáneamente, pero no la curaba.
La ingestión de medicamentos por largo tiempo dañaba gravemente su hígado y riñones. Como no podía curarse en muchos hospitales provinciales, el año pasado su hijo, un abogado, le trajo de su pueblo natal, Jiangsu, a Beijing, para que Jiu Zhen la viera. Luego de seis días de acupuntura, la tos se alivió y 20 días más tarde el mal desapareció. Después de resolver la bronquitis, el monje médico comenzó a tratar la artritis reumática. Diez días más tarde, la anciana volvió a caminar y al mes estaba totalmente recuperada.
Junto con Guo, otra señora se curó de los continuos dolores de cabeza que padecía desde hacía 16 años, cuando dio a luz a su hijo. Durante ese tiempo nunca dejó de tomar tranquilizantes, pero con sólo un mes de tratamiento acupuntural, el mal desapareció.
El templo donde vive el monje Jiu Zhen está frente al famoso Hospital Infantil de Beijing y es visitado por muchos niños. Zhu Siyi, un pequeño de 8 años, era paralítico cerebral congénito. Cuando vino al templo, su tacón no podía ni tocar el suelo y pronunciaba confusamente. Luego de 4 meses de ser atendido por Jiu Zhen, se recuperó y ya camina normalmente y recita poemas.
Las experiencias de Jiu Zhen le han ayudado a curar muchos pacientes. Pero esto no es todo. Según algunos datos públicos, los departamentos de medicina tradicional china en los hospitales atienden cada año a cerca de 300 millones de pacientes. Una investigación autorizada arroja que el 87,7% de los chinos creen en la efectividad de esta ciencia, que no sólo ha vencido el paludismo que hizo estragos en África por largo tiempo, sino que también ha ayudado a muchos adictos a abstenerse de la droga. En la década del 80 del siglo pasado, la Organización Mundial de la Salud (OMS) promovió la acupuntura para el tratamiento de 43 males, por lo que muchos países reconocieron en su legislación el método originario del gigante asiático.
El monje Jiu Zhen es experto en los tratamientos contra los dolores de cabeza nerviosos, enfermedades de la cervical y lumbago, ojos, diabetes y parálisis cerebral, casos difíciles y complicados de definirse por aparatos. Fundamentalmente recurre a la acupuntura y la medicina china que él mismo elabora.
Además de pacientes comunes y corrientes, Jiu Zhen también curó a altos funcionarios del país y presidentes de instituciones financieras.