Este gol dejó tocado a Brasil, casi seminoqueado, tanto que nunca pudo encontrarse como equipo en la cancha, sólo tuvo intentos aislados, individualidades que no cuajaron y que por el contrario, hicieron crecer al conjunto mexicano, que se plantó con personalidad en el campo sin dejarse intimidar por los brasileños.
El control de México sobre el partido, sobre los tiempos y el ritmo de juego, pronto desesperó a Brasil y a su seleccionador Mano Menezes, quien nunca encontró la fórmula para abrir la defensa mexicana y sólo evidenció la presión de los suyos al pararse del banquillo más de una vez para regañar a los brasileños.