La Guerra contra las drogas ha fracasado
La guerra contra las drogas ha fracasado y ya es hora de reemplazar una estrategia ineficaz con políticas antidrogas más compasivas y eficientes. Este es el mensaje central del informe de la Comisión Latinoamericana sobre Drogas y Democracia que presentamos al público recientemente en Rio de Janeiro.
Las políticas prohibicionistas basadas en la erradicación, interdicción y criminalización del consumo simplemente no han funcionado. La violencia y el crimen organizado asociados con el tráfico de narcóticos siguen siendo problemas críticos en nuestros países. Latinoamérica sigue siendo el mayor exportador mundial de cocaína y cannabis, y rápidamente se está convirtiendo en un gran proveedor de opio y heroína. Hoy, estamos más lejos que nunca de la meta de erradicar las drogas.
A lo largo de los últimos 30 años, Colombia ha implementado todas las medidas concebibles para luchar contra el tráfico de drogas en un esfuerzo masivo en el cual los beneficios no son proporcionales a los recursos invertidos. Pese a los logros del país en la reducción de los niveles de violencia y crimen, las áreas de cultivos ilegales se están expandiendo de nuevo. En México, otro epicentro del tráfico de drogas, la violencia ligada a los narcóticos ha cobrado más de 5.000 vidas sólo en el último año.
La revisión de las políticas antidroga inspiradas por Estados Unidos es urgente a la luz de los crecientes niveles de violencia y corrupción asociados a los narcóticos. El alarmante poder los carteles de la droga está llevando a la criminalización de la política y a la politización del crimen. Además, la corrupción del sistema político y judicial está socavando las fundaciones de la democracia en varios países de América Latina.
El primer paso en la búsqueda de soluciones alternativas es reconocer las desastrosas consecuencias de las políticas actuales. Luego, debemos romper los tabúes que inhiben el debate público sobre las drogas en nuestras sociedades. Las políticas antinarcóticos están firmemente arraigadas en prejuicios y miedos que a veces tienen poca relación con la realidad. La asociación de drogas con el crimen segrega a los adictos a círculos cerrados en donde se exponen aún más al crimen organizado.
Para reducir drásticamente el daño causado por los narcóticos, la solución a largo plazo es reducir la demanda de drogas en los principales países consumidores. Para moverse en esa dirección, es esencial diferenciar entre las substancias ilícitas según el daño que inflingen a la salud de las personas y el daño que las drogas causan al tejido social.
Bajo este marco, proponemos un cambio de paradigma de las políticas antidroga basado en tres principios: reducir el daño causado por las drogas, reducir el consumo de drogas a través de la educación y combatir agresivamente el crimen organizado. Para traducir este nuevo paradigma en acciones debemos comenzar por cambiar el estatus de los adictos de compradores de drogas en el mercado ilegal a pacientes que son cuidados por el sistema de salud público.
También proponemos una cuidadosa evaluación, desde el punto de vista de la salud pública, de la posibilidad de decriminalizar la posesión de cannabis para uso personal. El cannabis es, por mucho, la droga más usada en América Latina y reconocemos que su consumo tiene un impacto negativo en la salud. Pero la evidencia empírica disponible muestra que los peligros causados por el cannabis son similares a los causados por el alcohol o el tabaco.
Si queremos reducir efectivamente el uso de drogas, deberíamos mirar la campaña en contra del consumo de tabaco. El éxito de esta campaña ilustra la efectividad de las campañas de prevención basadas en un lenguaje claro y argumentos consistentes con la experiencia individual. De la misma manera, las declaraciones de ex adictos sobre los peligros de las drogas serán mucho más convincentes para los consumidores actuales que las amenazas de represión o las virtuosas exhortaciones en contra del uso de drogas.
Tales campañas educativas deben estar dirigidas a los jóvenes, que son el mayor contingente de usuarios y el grupo más numeroso que muere en la guerra contra las drogas. Las campañas también deberían enfatizar la responsabilidad de cada persona frente a la creciente violencia y corrupción asociada con el tráfico de drogas. Al tratar el consumo como una cuestión de salud pública, permitiremos que la policía concentre sus esfuerzos en un tema crítico: la lucha contra el crimen organizado.
Un creciente número de líderes políticos, cívicos y culturales, conscientes del fracaso de nuestra actual política antidrogas, han pedido públicamente un cambio radical de política. Crear políticas alternativas es la tarea de muchos educadores, profesionales de la salud, líderes espirituales y autoridades. La búsqueda de nuevas políticas por parte de cada país debe ser consistente con su historia y cultura. Pero para ser efectivo, el nuevo paradigma debe concentrarse en la salud y la educación, no en la represión.