No es una exageración que el proceso de urbanización de China se convertirá en una fuerza impulsora para cambiar el paisaje social y económico del país en las próximas décadas y tendrá una incidencia significativa en la economía mundial.

China ha conseguido aumentar la tasa de urbanización en alrededor de 1 porciento cada año en las últimas tres décadas, llevándola a alcanzar un 54% para finales de 2013. Para 2018, podría conseguir el 60 porciento.

La gran subida en la tasa, o la proporción de la población urbana en la población general, sin embargo, podría no ser la prioridad más importante para los legisladores. Lo que más les debe importar es cómo encontrar una forma sustentable de trasladar a los chinos de las zonas rurales a las regiones urbanas.

China ideó un mapa para empujar su urbanización en junio pasado, cuando el Plan de Desarrollo de la Urbanización (2012-20) fue completado. Los legisladores alcanzaron un consenso para abrir un nuevo camino para una urbanización que está más orientada a las personas, eficiente, inteligente, verde y baja en carbono.

En otras palabras, en tanto que la gente se muda a las nuevas ciudades y pueblos, deben tener acceso a las residencias locales y los muchos beneficios y servicios públicos que le acompañan. Debe haber industrias viables en las nuevas o ampliadas ciudades para que los inmigrantes puedan tener trabajos. Mientras tanto, al construir o ampliar ciudades, los problemas del medio ambiente y el uso de energía deben estar en la cima de la agenda local para hacer sustentable el proceso.

Sólo consiguiendo esas tareas podrá la urbanización de China convertirse en una fuerza impulsora a largo plazo para el vigoroso crecimiento de la economía general.

Para esa finalidad, la Conferencia Central de Trabajo Económico en diciembre requirió que la calidad de este nuevo tipo de urbanización sea garantizada.

Al presentar su informe de gobierno el miércoles, el primer ministro Li Keqiang prometió revisar los esfuerzos para acelerar el proceso de esta nueva urbanización.