Barreras
François, empresario francés que no quiere referir su apellido, tuvo su luna de miel con la ciudad durante dos meses y luego pasó seis luchando con los problemas. Al final, volvió a su Niza natal en mayo.
Cuenta que al principio estaba emocionado por las diferencias y disfrutaba de cada día. Pero las cosas se fueron complicando, como cuando empezó a “sentirse como un extraño en mi oficina”.
“Mis compañeros chinos son excelentes y educados en apariencia, pero yo era uno de los tres únicos extranjeros de mi oficina y, por entonces, podía notar una línea muy clara entre ellos y nosotros”, recuerda. “Entiendo poco chino, pero a veces podía sentir que hablaban sobre mí de una forma no muy buena. Cuando había que tomar decisiones importantes, siempre alejaban la responsabilidad de nostros, probablemente porque somos extranjeros. Cuando pedía tomar parte en algunas de las tareas más difíciles, se quejaban por que “los extranjeros piden demasiado y deberían ocuparse de sus propios asuntos”.
Esta sensación de “ellos y nosotros” no es rara entre los expatriados. “Todo el mundo es educado y amistoso y crean una buena atmósfera de trabajo. Pero existe aún cierta sensación de “ellos y nosotros”. Los locales pueden pensar que los expatriados llegan aquí y ganan más dinero”, opina Jonathan Edwards, socio de una empresa de contratación británica en Shanghái.
Jonathan anima a los expatriados a ser “tan abiertos de mente como puedan, no juzgar a la gente antes de llegar y no juzgar la ciudad ni el país por unos pocos incidentes desagradables”.