2、 Lhasa

Lhasa (拉萨) es una de las ciudades más conocidas y soñadas del mundo. Y no lo es tan sólo por su situación remota y la altitud a la que se encuentra (3,650 metros), sino también por su impresionante patrimonio, acumulado a lo largo de más de mil años, de historia cultural y espiritual. Todo ello ha contribuido a crear la fama y el aura romántica que envuelve la región tibetana.

A diferencia de otras ciudades del interior y otros lugares del Tíbet, Lhasa es única, con una presencia diferente y propia. En la lengua tibetana, Lhasa significa “tierra sagrada” o “tierra de los dioses”. Es el centro político, económico y cultural del Tíbet. El esplendor y la grandeza del palacio de Potala en Lhasa permanece como un símbolo del enigmático poder y el profundo sentido religioso del lugar en la región.

Los turistas no chinos necesitan tramitar un permiso especial para visitar el Tíbet. Generalmente, el periodo que va de marzo a octubre es el mejor momento para visitar la región. Ya que Lhasa está situada a tal altitud es mejor prepararse bien antes de empezar el viaje. Tomar el nuevo tren, que se desliza por la vía férrea situada a más altura del mundo, es una gran opción, que proporciona la oportunidad de contemplar las de otro modo invisibles montañas y los paisajes que las rodean, así como de quitarse de encima poco a poco el mal de altura.

Los lugares que detallamos a continuación son algunos de los que pueden considerarse como de visita obligada en Lhasa: el palacio de Potala, los monasterios Jokhong y Sera, el templo Drepung y el palacio Norbulinka. El aspecto original y viejo estilo de vida de la ciudad continúan intactos en la zona de la calle Barhkor en la parte Antigua de Lhasa, donde los peregrinos caminan alrededor del templo Jokhang mientras hacen girar las ruedas de oración con sus manos. Aquí, también se puede disfrutar del regateo con los vendedores tibetanos locales para adquirir artesanías que no son fáciles de encontrar en otras partes del mundo.