A comienzos de la década del 90, instalar en casa un teléfono de mesa era el símbolo de la “vida modestamente acomodada” y la alta posición social. Para los habitantes corrientes el teléfono de mesa era una cosa inalcanzable.

En julio de 1999, el número de usuarios de teléfonos de mesa sobrepasó los cien millones. En todo el país se había popularizado el uso de teléfonos públicos con tarjeta magnética. En los centros docentes de enseñanza superior era usada ampliamente la tarjeta 201. Hasta finales de 2006, las aldeas administrativas del país que poseían la comunicación telefónica (teléfonos de mesa y móviles) representaban el 98,9%.