Objetivos fáciles
En Chongqing, los campesinos sin tierra que perdieron sus hogares por el proyecto de la presa de las Tres Gargantas fueron especialmente vulnerables a las enbestidas de las sectas, según la Asociación Antisectas de China. “Atraso económico, pobreza y duras condiciones de vida son un caldo de cultivo para las sectas”, indica la asociación en un documento publicado en su web.
Si bien las sectas suelen dirigirse a ancianos y personas de poco nivel educativo, algunos intelectuales, funcionarios públicos y miembros del Partido Comunista Chino (PCCh) también se han convertido en devotos seguidores de algunos cultos.
La rápida transformación social y los problemas de ella derivados, así como la creciente necesidad de incentivos espirituales en la China actual, han reavivado la religión y contribuido a la expansión de las sectas, según académicos, que afirman que, en algunos casos, las sectas se han convertido en una forma de mostrar su descontento con la sociedad y las injusticias, explica Gao Shining, investigador de la Academia de Ciencias Sociales de China (ACSCh).
Yan Kejia, investigador de la ACS de Shanghái, cuenta que a lo largo de la historia china, numerosos grupos minoritarios y sectas surgieron como forma de rebelión de los menos privilegiados contra la élite. Lo especial de las sectas en China es que no sólo prometen bienestar físico y espiritual, sino también establecerse como respuesta a los problemas sociales.
Crecientes necesidades espirituales
El gobierno chino reconoce oficialmente cinco religiones: Budismo, Taoísmo, Islam, Catolicismo y Protestantismo. La constitución del país estipula que los ciudadanos disfrutan de libertad de credo. Una encuesta de 2007 mostraba que 31,4 por ciento de la población china, unos 300 millones de personas mayores de 16 años, tenían algún tipo de creencia religiosa.
En general, China no es un país religioso, pero un número creciente de ciudadanos acude a las religiones. Según una investigación de Yan Fenggan, profesor de sociología de la Universidad Purdue en Estados Unidos, más del 18 por ciento de los chinos del continente se consideran budistas. Un informe reciente de Pew Report situaba en 5 por ciento el porcentaje de cristianos en China continental.
Esto no quiere decir que la mayoría de los chinos no realicen algún tipo de práctica religiosa o creencias populares. Las creencias y las prácticas son espontáneas y altamente individualizadas, más que institucionales, según Li Tiangang, profesor de Estudios Religiosos en la Universidad Fudan de Shanghái. “Los chinos creen en muchos dioses y espíritus; es muy inclusivo y, por ello, existe, por lo general, paz entre diferentes creencias”.
Pero las creencias difusas pueden convertirse fácilmente en un problema cuando se vuelven organizadas, secretas y manipuladas, como muestra la historia, según Li. De hecho, las antiguas dinastías chinas eran muy conscientes de este peligro que presentaban las religiones secretas no mayoritarias, que a menudo intentaban derrocar a emperadores.
Fue el caso de los Taiping, fundada por un campesino, Hong Xiuquan, que se autoproclamó hijo de Dios y hermano de Jesucristo a finales del siglo XIX, en una época de crisis política y social, y que llegó a fundar un “Reino Celestial” con capital en Nankín y un extenso territorio en el sureste de China, poniendo en jaque a la dinastía Qing.
La cuestión de las sectas es sensible en China, especialmente cuando se las confunde con iglesias clandestinas o no registradas. “Las actividades clandestinas religiosas y las sectas son dos cuestiones distintas. La línea límite es que la gente no utilice la religión para otros objetivos”, explica Yan.