El juego de toque, movilidad y asociación continua hizo posible que el primer gol cayera apenas transcurridos cuatro minutos de partido, después de una jugada que arrancó de las botas de Iniesta, siempre Iniesta, al borde del área y fue bien aprovechada por Torres, claramente dispuesto a dejar claro desde un principio que su inclusión en el once titular estaba más que justificada e inclinaba un tanto la balanza a favor de los que abogaban por la presencia de un nueve auténtico en el campo.
Con una ventaja tan tempranera, España ganó aún más en confianza, desapareció la ansiedad, persistió el dominio apabullante y en el 49 apareció Silva para marcar el segundo de forma magistral, tras dos recortes, y marcharse al vestuario con los deberes cumplidos con excelencia. Casillas entonces mantenía su uniforme prácticamente impoluto. Solo en un par de ocasiones había tenido algo de trabajo.