En México fue Miguel Ángel Felix Gallardo quien, desde mediados de los ochenta, comenzara a diseñar la estructura que tomaría el control del tráfico en los años ochenta. Su Cartel de Guadalajara, ciudad del occidente mexicano, era el mediador entre los productores colombianos y los consumidores estadounidenses. Felix Gallardo cayó preso en 1989 y el vacío de autoridad que dejó originó una lucha encarnizada por sucederle.

De la organización de Felix Gallardo se desprendieron una serie de grupos que inicialmente se conformaron con cotos de poder regional, dividiéndose así la administración del narcotráfico en el país azteca.

De ahí surgieron el cartel de Golfo, el de Sinaloa, el afamado de los Arellano Felix (también conocido como el de Tijuana), el cartel de Juarez y más recientemente los sanguinarios “Zetas”. Organización relacionada con el cartel del Golfo que se ha caracterizado por la crueldad y brutalidad de sus incursiones. También, en los últimos años, apareció la denominada “Familia Michoacana”, considerada por el gobierno mexicano como una de las organizaciones que representa una amenaza mayor para su autoridad.

Felix Gallardo nunca tuvo el poder que tuvo el colombiano Escobar; sin embargo, en los años noventa en México, Amado Carrillo Fuentes, alias el señor de los cielos, se convertiría en el paradigma del narcotraficante, controlando todo lo que se movía en el continente. A su muerte, Joaquín Guzmán Loera, alias “el chapo” pasó a ser el narcotraficante más poderoso y más buscado por las autoridades mexicanas.