¿A los chinos qué nos preocupan más ?

Los principales problemas: los precios y el costo de la vivienda

En medio de una gran inflación, el alza de precios y el costo de la vivienda son los dos problemas que más angustiaron a los chinos el año pasado, un hecho sin precedentes.

En 2007, los precios de los productos y de la vivienda ocuparon el segundo y el tercer lugar, respectivamente, con la reforma del sistema de asistencia médica como principal quebradero de cabeza de los chinos. En 2008, sin embargo, los precios habían caído a la 12ª posición. Dos años más tarde, en 2010, escala al primer puesto.

Según las estadísticas publicadas por la Administración Nacional de Estadística de China en octubre de 2010, el Índice de Precios al Consumidor (IPC) subió un 4,4% respecto al mismo período del año anterior. Zhang Ping, ministro encargado de la Comisión Nacional de Desarrollo y Reforma, confirmó que la subida del IPC en 2010 superará el 3% que el Gobierno se había fijado como objetivo para este año.

Los últimos resultados de las encuestas realizadas por el Banco Popular de China y publicados el 15 de diciembre pasado, revelan que el grado de satisfacción de la población con los precios es el más bajo desde el cuarto trimestre de 1999, primera vez en que se realizaron estos sondeos; el 73,9% de los encuestados afirmaba que los precios eran "demasiado altos para ser aceptables".

Para la gente común y corriente, las necesidades básicas diarias, tales como el combustible, el arroz, el aceite para cocinar y la sal, constituyen los principales gastos. La población está insatisfecha por el aumento de los precios, pero no puede hacer nada al respecto.

Lo ilustra claramente este caso: recientemente, en una carnicería de un supermercado de Beijing, un consumidor pidió que le sirvieran una porción de carne de cerdo, ya que estaba de promoción, a 18,7 yuanes por kilo, a pesar de que, según él, "esta pieza no es buena. Las buenas se vendieron enseguida, solo quedan las partes con piel y grasa y muy poco magro”; movía la cabeza, mostrando su resignación: “Pero es barata. Esta semana, el precio de la carne de cerdo ha subido de dos a tres yuanes al kilo. Y si es carne libre de contaminación, llega hasta los 33 yuanes el kilo".

El 2 de noviembre de 2010, la Comisión Nacional de Desarrollo y Reforma anunció su supervisión de los precios de los alimentos en las ciudades. Casi el 80% de los 31 artículos supervisados, aumentaron su precio.

Hay quienes compran de manera inteligente cuando viajan. Por ejemplo, algunos, tras comparar los precios de productos básicos en Shenzhen, Hong Kong y Shanghai descubrieron que los precios de los alimentos, como las manzanas rojas tipo Fuji o los huevos, en Shanghai eran más bajos que los de Shenzhen, pero más altos que los de Hong Kong. Así, Wang Juan, una profesional de Shanghai, tomó un tren a Hong Kong para comprar alimentos baratos, mientras que Chen Li, ciudadana de Shenzhen compró azúcar granulado, sal y salsa de soja orgánica cuando estaba en la región administrativa especial. Los precios de otros artículos de uso diario, como el papel higiénico o los pañuelitos de papel cuestan más en Shanghai.

Antes, eran los residentes de Hong Kong quienes solían entrar en la parte continental de China para comprar más barato, pero ahora, “ir a Hong Kong a comprar salsa de soja” se ha convertido en un dicho popular.

La insatisfacción de los chinos respecto a los precios es grande, pero se queda corta comparada con la ira que sienten respecto al precio de la vivienda, en especial los jóvenes de las grandes ciudades. Hoy en día, la mayoría de la gente considera indispensable disponer de una vivienda en propiedad para poder casarse. Una investigación llevada a cabo en mayo de 2010 revelaba que más de la mitad de los encuestados eran reacios a contraer matrimonio si vivían de alquiler. Es fácil imaginar la cantidad de planes nupciales que se han quedado por el camino por culpa del precio de la vivienda.

Para resolver estas dificultades, en abril de 2010 el Gobierno Central puso en marcha las “políticas más estrictas de la historia” para regular el mercado de bienes raíces. Sin embargo, cinco meses después, se vio obligado a adoptar nuevas “políticas más estrictas de la historia” con el mismo objetivo, y el tema del impuesto sobre bienes inmuebles provocó acalorados debates. Pero una encuesta entre la opinión pública a finales de octubre, mostraba como el 80% de los que respondieron pensaban que el impuesto sobre bienes inmuebles puede hacer poco o nada para frenar la subida acelerada de los precios de la vivienda, y más del 70% no creían que pueda frenar la especulación del mercado.

Los precios de la vivienda siguen aumentando, y los promotores inmobiliarios siguen comprando con entusiasmo derechos de uso del suelo. Los gobiernos locales todavía dependen en gran medida de la venta de estos derechos para aumentar sus ingresos fiscales, y la capacidad del Gobierno para regular el mercado de bienes raíces sigue estando en cuestión. Durante mucho tiempo, los legisladores se han enfrentado a un dilema en cuanto al sector inmobiliario: la caída de los precios de la vivienda perjudica el crecimiento económico nacional, pero su subida causa malestar social. Así, el precio de la vivienda sigue subiendo más y más a pesar de que se toman medidas legislativas, y la ansiedad de la población debido al crecimiento de la demanda de vivienda se agudiza. Los resultados de las distintas rondas de nuevas medidas al final siempre han acabado igual: a cada medida del regulador, el mercado respondía con subidas en represalia.

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Palabras clave : vida social-preocupación-problemas

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