Hay un lugar en China que es sinónimo de remoto: Kashgar. Situada en Xinjiang, el extremo occidental del país, cerca de la triple frontera con Afganistán, Pakistán y Tadjikistán, es la “última frontera”. La mayoría de la población es de etnia Uigur y algunos siguen viviendo en sus casas ancestrales, construidas hace 600 años.

 

Kashgar es una mezcla de lo moderno y lo antiguo. La ciudad sigue desarrollándose, mientras se conserva el centro histórico, construido sobre un montículo natural con casas abigarradas de un color tierra que es característico del paisaje de la región. Es una ciudad acogedora, llena de vida, de fuertes tradiciones, donde el tiempo parece discurrir lentamente.

La ciudad histórica permanece protegida. Los uigures comenzaron a asentarse en la zona hace al menos 600 años, según los registros históricos. Hacia el siglo IX, sus ancestros establecieron un gobierno y construyeron un palacio un lugar elevado que dominaba la región. Hace siglos, una riada procedente de los Pamires creó un desnivel, en cuya parte sur se alzó la llamada ‘zona residencial’ sobre el montículo.