Durante las primeras semanas, quienes estaban a cargo de su cuidado tuvieron que impregnar sus manos y vestimentas con el olor del excremento del oso para que éste sintiera familiaridad y les aceptara en su entorno, explicó Sun Shijia, otro de los responsables del bienestar del animal. Con estas medidas y el paso del tiempo, el oso se encariño con quienes lo cuidaban. “Nos lamía los dedos como un niño al que se le alimenta; ronroneaba como un gatito que es acariciado”, detalló Li Ping, otro de los cuidadores.

Después de un arduo y meticuloso cuidado, Taotao creció de los cientos de gramos que pesó al nacer, a sus 35 kilos del presente. De acuerdo con Sun, el indefenso oseznito de piel rosada y suave pelaje, se ha convertido en un vigoroso osezno con un hermoso pelaje blanco-como-la nieve y un encantador aire de inocencia.

En los días cálidos, el osezno disfruta de varias horas en la piscina que fue diseñada exclusivamente para él. “A veces no se quiere salir y no tenemos de otra más que sacarlo a la fuerza”, comentó Li Ping.

Sin embargo, la historia detrás del osezno no es pura felicidad.

Li explicó que los padres de Taotao eran ejemplares originarios de Finlandia y fueron enviados a China como embajadores de la amistad entre el nórdico país y el gigante asiático en 2001.

Pasaron siete años para que la madre de Taotao quedase preñada. De acuerdo con Li, la razón principal de la tardanza fue que el macho era siete años mayor que la hembra, lo que, al parecer, creó una brecha generacional entre la pareja de osos. Finalmente, el 9 de marzo de 2008 Taotao vio la luz. Sin embargo, los cuidadores de la pareja notaron que la madre estaba confundida, como extraviada, por el nacimiento de la cría, y le abandonó en el suelo.

El osezno sobrevivió gracias a los humanos que le cuidaron dedicadamente. “Lo hemos cuidado más que a nuestros propios hijos”, confesó Sun.