La bandera de cinco estrellas flamea en lo alto en la plaza frente al majestuoso Palacio de Potala. La muchedumbre de peregrinos al lado del césped avanza con lentitud hacia ese “sagrado palacio celestial” mientras efectúa la solemne reverencia, prosternándose de rodillas y tocando el suelo con los codos y la cabeza por largo tiempo. Los jardines a ambos lados de la plaza están cubiertos de verdor, los durazneros se hallan en pleno florecimiento, los sauces dejan densas sombras, los barcos navegan en el lago, los habitantes y turistas pasean por todas partes. Pagodas blancas, banderolas budistas y monasterios exhiben el entorno religioso de Lhasa. Los nuevos autobuses de doble nivel pasan de rato a rato por las calles. Las palomas, que simbolizan la paz y tranquilidad, y niños componen una pintura primaveral de Lhasa de hoy.