Para convertirse en un conductor de carros de caballos, era necesario combinar el intelecto y la fuerza física.
La escritura y la caligrafía servían para atemperar la agresividad y arrogancia de los estudiantes, mientras que la agilidad mental se veía reforzada por la práctica de la aritmética.
Aquéllos que dominaban estas seis artes, podían considerar que habían alcanzado la perfección.
Esta tradición tiene sus raíces en las enseñanzas confucianas y puede establecerse cierto paralelismo con el concepto existente en Occidente durante el Renacimiento, descrito por Baldassare Castiglione en su obra ‘Il Cortegiano’.
Los elementos morales, físicos, sociales y físicos de la enseñanza y la educación imperante en los tiempos antiguos se consideran igualmente válidos a día de hoy.