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spanish.china.org.cn | 08. 01. 2013 | Editor: Lety Du | [A A A] |
Un parque en los confines de China
El punto más septentrional de China está a 10 minutos en automóvil desde la aldea. Esperaba aridez, pero me quedé gratamente sorprendida con un pequeño pero encantador parque. Hay un camino de tablones de madera alrededor de él y se tarda aproximadamente una hora en dar una vuelta completa. El aroma de la hierba y el bosque se hacían sentir, mientras el cielo azul era, de algún modo, más brillante que el que se ve desde la aldea. Estábamos en los límites de la Siberia rusa, pero no hallamos nada tan agreste como sugiere dicho nombre. Imagino que es otra historia en invierno.
En una gran roca se lee “el punto más septentrional de China”. Tres altas esculturas se encuentran cerca, en cuyo centro hay una pirámide que marca la ubicación 53°29'29.58 de Latitud Norte y 122°20'43.48 de Longitud Este. En el suelo de mármol pueden verse los kilómetros de distancia hacia las principales ciudades del país, mientras que en un letrero de madera se muestra la distancia hacia las grandes ciudades del mundo. El leer “Sídney” me recordó el largo vuelo que alguna vez hice a Australia.
Grandes tótems pueden observarse entre las flores silvestres. Algunos han sido tallados con caras sonrientes, mientras que otros lucen como monstruos o demonios. Por un momento no pude recordar en dónde estaba. ¿Era acaso el Parque Stanley en Vancouver (Canadá) o una aldea Maorí en Nueva Zelanda? Los tótems son emblemas comunes en muchas culturas antiguas del mundo y los pueblos tunguses que habitaron antes esta parte de Manchuria elaboraron obras de arte especialmente llamativos. El distrito de Mohe se llama así en honor a uno de esos pueblos tunguses. Al observar a los tótems casi pude sentir el llamado de aquellos antiguos pobladores.
Mientras caminaba me sentí descorazonada al ver que numerosos árboles habían sido talados. Sin embargo, al acercarme a los tocones, me percaté de que había hecho un juicio premeditado: se trataba de una exposición que mostraba la variedad de especies locales. Los anillos de crecimiento de los árboles estaban claramente definidos y pude ver que el árbol más antiguo tenía 240 anillos. El sobrevivir a 240 inviernos en este lugar me hizo pensar en la fragilidad y brevedad de la existencia humana. Este tipo de encuentros, al menos, nos ofrece la oportunidad de contemplar nuestra insignificancia ante la imponente naturaleza.
En el parque me encontré con cuatro oficiales retirados del Ejército que habían llegado desde Beijing a bordo de un Volkswagen Santana. Estaban ocupados tomando fotos, aunque pudimos conversar un rato y compartir historias de viajes. Mientras me alejaba de ellos, no pude evitar gritarles: “¡Si han hecho un viaje de esta manera quiere decir que siguen siendo jóvenes!”.
En muchos sentidos, la vida es un largo viaje por carretera, llena de boxes inesperados, compañerismo, averías y belleza. Avanzamos, pero la esperanza siempre está frente a nosotros.