Durante las dinastías Ming y Qing (1368-1911) se desenterraron un gran número de estatuas de grandes dimensiones en grutas y acantilados. Además, debido al aumento en el número de templos, también creció considerablemente la producción de estatuas.
En este período las técnicas de pintura vivieron una notable mejoría, volviéndose mucho más sofisticadas, por lo que las estatuas empezaron a presentar ropas y una ornamentación cada vez más realista.