La primera vez que fui al Tíbet fue en junio pasado. La contaminación no ha alcanzado esta región. Me emocionó mucho ver el cielo tan azul. Aunque no me sentí muy bien físicamente por la altura, estoy seguro que vale la pena contemplar personalmente un paisaje natural tan hermoso y puro como el del Tíbet.

Obviamente Lhasa todavía no alcanza el desarrollo de ciudades como Beijing o Shanghai, pero, para ser una ciudad situada en la altiplanicie a miles de metros de altura, su desarrollo superó mis expectativas. No tuve ninguna dificultad para hacer uso de las señales de teléfono celular o Internet.

En cuestión sanitaria, todo parece estar muy bien. Visitamos a un pastor que mora en las afueras de Lhasa. Su casa es nueva, cuenta con agua potable y hasta tiene una motocicleta. Nos ofreció té. Me dio la impresión de que los pastores tibetanos están satisfechos con su vida actual. Estos tibetanos son trabajadores, optimistas, amables y sinceros, como la gente de mi pueblo.

Cuando estuve en Lhasa coincidió con el paso de la antorcha de los Juegos Olímpicos. Ese día en la plaza que está frente al Potala había muchísima gente. Muchos vestían trajes tradicionales y bailaban danzas folclóricas. Cuando platiqué con unas chicas tibetanas me sorprendió que conocían las telenovelas coreanas y estaban al tanto de las modas de mi país.

(El autor es Zhang Shizheng, director de la Filial del Diario Central Coreano acreditado en China. Escribió el reportaje el día 10 de Marzo en Beijing. )