Sogyal empezó su peregrinaje al Templo de Jokhang, en el centro de Lhasa, capital de la región autónoma del Tíbet (suroeste de China), a las ocho de esta mañana con un rezo por la paz y la salud de su familia, en el día en que se cumplen dos años desde los disturbios que costaron la vida a 19 personas en la región.

"No me gusta madrugar mucho", dijo Sogyal, de unos veintitantos años. "Algunas personas han llegado a las cinco de la madrugada", aseguró el joven, de etnia tibetana y nacido en la provincia suroccidental china de Sichuan.

Sogyal ha viajado a Lhasa con sus padres y varios hermanos. La familia ha hecho peregrinaciones a los principales monasterios en la ciudad durante las últimas dos semanas.

Hoy domingo es el día 29 del Año Nuevo Tibetano, por lo que no es una jornada especial para las peregrinaciones masivas, que sí son tradicionales en el octavo, 15º y 30º días de cada mes.

Sin embargo, en las calles de Lhasa siempre puede verse a algún grupo de peregrinos caminando en el sentido de las agujas del reloj cerca del Palacio de Polata y la calle Porgor frente al Templo de Jokhang, dos importantes rutas de peregrinación en el centro de la ciudad.

En la jornada de hoy, las tiendas que resultaron incendiadas durante los disturbios de hace dos años están completamente reformadas y funcionan con toda normalidad ante el próximo comienzo de la temporada alta del turismo local en unas semanas. Muchos habitantes locales aseguran disfrutar de la vuelta a una vida tranquila en la ciudad sagrada.

En la plaza situada frente al Templo de Jokhang, de 1.350 años de antigüedad, Pasang, de 45 años, se iba arrodillando e inclinándose hasta tocar el suelo para sus largos rezos, como es tradición en el budismo tibetano.

Pasang, una mujer de etnia tibetana procedente de la prefectura autónoma tibetana de Garze, en la provincia de Sichuan, aseguró que había hecho al menos 1.000 rezos cada día para expresar su gratitud por cada uno de los motivos de felicidad en su vida.

Durante más de una década, la tienda de artículos curiosos que poseen Pasang y su esposo en Lhasa les ha permitido hacer una fortuna.

El matrimonio ha tenido tres hijas, de entre ocho y 18 años de edad. "Mi hija mayor estudia en Chengdu (capital provincial de Sichuan) y entrará en la universidad este otoño", comentó la mujer. "Es una estudiante muy brillante", aseguró llena de orgullo.

A un kilómetro del Templo de Jokhang, casi la mitad de las tiendas en la principal calle comercial de Lhasa, Porgor, habían abierto antes de las diez de la mañana.

"El negocio funciona bien", comentó Phurjung, mujer procedente del distrito de Gyangze de Xigaze quien vende "tsampa", comida típica tibetana. Sus ingresos suelen llegar de media al día a entre 3.000 y 4.000 yuanes (439,47-586 dólares) en las jornadas más tranquilas. "En la época de más ventas, antes del Año Nuevo Tibetano a mediados de febrero, alcanzamos los 10.000 yuanes (1.465 dólares) diarios", agregó.

En el Monasterio de Drepung, a unos cinco kilómetros del centro de Lhasa, al menos 60 tibetanos estaban restaurando el suelo en el Salón de Coqen, centro religioso y administrativo del monasterio que lleva siendo renovado desde hace años.

Mientras trabajaban, los obreros iban cantando, e inventando nuevas letras para describir las escenas, al tiempo que se movían siguiendo el ritmo de las canciones.

"Para mañana hay previsto un gran ritual budista", dijo Wangmo, de unos 20 años, mientras sacaba escombros de rocas del salón. "Estamos intentado avanzar todo lo posible hoy para evitar entorpecer el paso de los peregrinos mañana, y poder asistir también nosotros a los rituales". Fin