¿Qué aportación han hecho los autores de los países hispanohablantes a la literatura china?
La mayor influencia ha sido del realismo mágico. Durante la época comunista predominaba en el campo artístico una sola corriente: el realismo socialista. Los escritores efectuaban sus creaciones ateniéndose a esta directiva, lo que les castraba totalmente la imaginación, que el único lujo que se permite un genuino artista. Sin imaginación no habría arte. El realismo socialista no dejaba espacio para fantasías. El consejo de escritores latinoamericanos ha sido ‘deja volar tu imaginación y ya te saldrán las mejores obras’.
En este sentido, los escritores chinos están endeudados con sus homólogos de América Latina, por ejemplo, Mo Yan y ChenZhongshi, autor de Bai Lu Yuan, en donde se palpa esa influencia. Los escritores clásicos chinos tenían una gran imaginación, en Hong LouMeng (Sueño en el Pabellón Rojo) hay una gran cantidad de cosas fantasiosas, pero el realismo socialista estranguló todo esto. Hubo una atrofia de la libertad mental. Muchos creímos que el socialismo traería la libertad a la sociedad, pero lo que ocurrió fue una privación total de ella. No hubo tal libertad ni de pensamiento, ni de acción ni de nada.
¿Qué hacer para fomentar la traducción en una sociedad que se vuelca cada vez más hacia la materialidad de las cosas?
El afán materialista que impera en China es una reacción a la absoluta penuria que nos tocó vivir. Imagínate: pasábamos hambre a causa de la escasez de alimentos. De modo que, cuando una sociedad se da cuenta de que puede disfrutar de otra vida, es muy natural que se lance a ella. Es resultado inevitable de lo que pasó. Sin embargo, a pesar de lo poco lucrativo que es la labor de traducir, la gente sigue dedicándose a ella por múltiples motivos. Uno de ellos es que las instituciones educativas piden muchos requisitos para la promoción. Si un joven quiere subir de puesto, entonces debe presentar trabajos, tesis, disertaciones o traducciones. Muchos lo hacen impulsados por esta necesidad, aunque no por vocación, he notado esto en muchos de mis colegas jóvenes. Es un problema que no me incumbe, pero espero que la sociedad genere su propio remedio para curarse de algunos de estos males.
¿Hay peligro de que ante el limitado número de sinólogos hispanohablantes se traduzca al castellano únicamente lo que los chinos quieren que se traduzca?
Es inevitable que aquellos que se dedican a traducir obras chinas al español sigan su propio criterio. Todos tenemos una visión limitada. Un chino piensa de manera diferente de un hispanohablante sobre las obras que debe traducir. La solución está en que surja un gran contingente de sinólogos en el ámbito hispánico, algo imposible a corto plazo.
China tenía necesidad de romper el bloqueo que impusieron las potencias occidentales. Por ello comenzó a formar intérpretes de muchas lenguas, entre ellas el español. Los países hispanohablantes no tienen esta necesidad.
América Latina ve en China a un mercado para el intercambio de productos, pero no como una potencia cultural que llame su atención. Para que eso ocurra, todavía tenemos que esperar mucho tiempo. Probablemente, la cultura antigua china ejercerá cierto encanto fuera del país. Lamentablemente la cultura moderna tiene poco que ofrecer al resto del mundo.
¿Qué hacer?
Estos son temas que corresponden al gobierno, a los políticos. Debe existir cierta necesidad, una necesidad cultural que ahora desgraciadamente es precaria. La necesidad de China hacia América Latina existe, pero la de otra parte no es equiparable. Los latinoamericanos miran más al norte. Ahí está el ejemplo que quieren seguir y el ideal que quieren alcanzar.
Y mientras América Latina se devana por inventar una brújula que ofrezca otro camino a su desorientación occidental, China resarce lentamente la imaginación castrada y alista a un ejército de caballeros traductores. No más temor al individualismo burgués. No más genios cohibidos. La Academia de Traducción de China, establecida el 29 de julio de 2014, pulirá el talento de chinos y extranjeros, y hará que este ejército de artistas transcriba la riqueza cultural del mundo en millones de ideogramas chinos. Dong Yansheng es escéptico del desplazamiento transpacífico de la cultura moderna de China. Subestima quizás el resultado final de la confrontación entre el presente y el pasado de China. Mientras, a la espera de que los literatos modernos chinos sanen sus alas y se echen al vuelo, los artistas de la traducción se preparan para traicionar la palabra y presentar fielmente al mundo la fantasía de la imaginación china. Habrá que esperar a que llegue ese día. Finalmente, la paciencia es una de las cualidades que debe existir en todo buen traductor.