Nunca he sido aficionada a los protocolos y las ceremonias. Pero al participar en la boda de unos lugareños en la Iglesia de San Lorenzo, me he sentido muy emocionada. En especial, cuando los novios firman el acta, tanto los novios como los padrinos, con sus vestimentas tan formales en un lugar tan sagrado, toman la pluma y estampan su firma con reverencia. Todo esto me provoca un profundo sentimiento.
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