Aterrizamos a la hora prevista. Lo primero que ven mis ojos es el agua del mar, fundida con el cielo en un color grisáceo. Las olas y su blanca espuma arremeten contra las rocas. El avión parece deslizarse sobre el agua, sus alas casi rozan la superficie del mar. Me encanta el agua, por eso me gusta tanto esta primera impresión.