Sea cual sea el resultado de la cumbre de este jueves en Londres, el mero hecho de que se haya convocado una cumbre del G20 para abordar la peor crisis económica internacional en una generación representa un cambio en el equilibrio del poder mundial.
Después de Londres, es difícil pensar que el G8, el exclusivo club de los ricos del norte, recupere su lugar como el foro económico global más importante. La cumbre del G8, prevista para el 10 de julio en la isla italiana de La Maddalena, corre el riesgo, ahora, de convertirse en un evento secundario.
La reunión de Londres supone una respuesta conjunta de las economías desarrolladas y de las economías en vías de desarrollo a la crisis económica.
La razón para eso está clara: la crisis que se inició en el mercado de las hipotecas de alto riesgo de Estados Unidos está llevando ahora a una recesión global y se necesita una respuesta global, no sólo occidental.
"La fuente global de bienes y servicios implica que ahora dependemos demasiado unos de otros y que lo que ocurra en cualquier lugar puede tener consecuencias en todas partes", afirmó el primer ministro británico Gordon Brown.
Las naciones que participan en la cumbre del G20 representan el 85 por ciento de la producción económica mundial. En la reunión, sus dirigentes están buscando acciones en cinco campos:
- Algún tipo de reafirmación de la necesidad de estímulo fiscal para ayudar a reactivar el crecimiento.
- La reforma de los mercados financieros para garantizar que el juego de alto riesgo de los banqueros no pueda llevar al sistema financiero internacional a balancearse.
- Incrementar los recursos del Fondo Monetario Internacional (FMI) y del Banco Mundial para que puedan rescatar a naciones con dificultades, y darle una mayor voz a las economías emergentes en la toma de decisiones de dichos organismos.
- Un rechazo al proteccionismo y el compromiso de inyectar mayor actividad en el comercio mundial.
- La adherencia a los objetivos del desarrollo y del cambio climático.
En los últimos días, la Casa Blanca ha restado importancia a sus discrepancias con Europa y Asia en lo que respecta a su petición de un nuevo paquete de estímulo global.
En su lugar, EEUU espera seguir con el compromiso de que primero se le debe dar tiempo a los planes nacionales que se han adoptado para inyectar miles de millones en la economía mundial.
"Respecto al estímulo, se va a acordar que los países del G20 harán lo que sea necesario para promover el crecimiento y el comercio", afirmó el presidente estadounidense Barack Obama en una entrevista con el periódico The Financial Times publicada este martes.
"Teniendo en cuenta que la mayoría de los países ya ha adoptado significativos paquetes de estímulo, existe una preocupación legítima sobre la necesidad de ver cómo funcionan".
Se espera que los dirigentes anuncien que duplicarán, al menos, el fondo de reserva de 250.000 millones de dólares USA del FMI.
Japón ya ha prestado al FMI una suma adicional de 100.000 millones de dólares y la Unión Europea ha ofrecido una aportación similar.
Sin embargo, se está buscando más de otros países, por el temor de que el FMI pueda tener que actuar para rescatar a más naciones cuyas economías están al borde del colapso. Desde septiembre, el FMI ha tenido que gastar más de 50.000 millones de dólares en préstamos a una docena de países, desde Hungría hasta Pakistán.
Según fuentes oficiales chinas, Beijing ha confirmado su apoyo a la decisión del FMI de elevar sus fondos y está dispuesto a contribuir dentro de su capacidad, aunque se ha de encontrar un equilibrio entre los derechos y las obligaciones de los países contribuyentes.
Desde Bruselas se ha indicado que los europeos están dispuestos a revisar el sistema actual, en el cual Europa y EEUU se reparten los máximos cargos del FMI y del Banco Mundial. No obstante, los cambios no concluirán en Londres.
Francia ha pedido algún tipo de regulador global, pero su demanda ha contado con la oposición de Reino Unido, EEUU y Alemania. Los dirigentes de los países del G20 se pondrán de acuerdo, sin embargo, acerca de impulsar la cooperación entre sus organismos de supervisión financiera nacionales para asegurar un mayor control sobre las actividades de empresas transnacionales.
La administración Obama ya ha anunciado sus planes para aumentar los controles sobre los fondos de alto riesgo ("hedges funds"), el comercio de derivados, los mercados de capital de riesgo y otros productos financieros con riesgos potenciales. Los borradores preliminares del comunicado de la cumbre también señalan la necesidad de adoptar drásticas medidas contra las cuentas en bancos secretos y los paraísos fiscales.
Aunque los dirigentes del G20 coincidirán en oponerse al proteccionismo, no habrá ningún cambio inmediato en las estancadas negociaciones sobre el comercio mundial de la Ronda de Doha.
En la cumbre, sin embargo, se podría anunciar la disposición de más dinero para créditos de importación y exportación a fin de reactivar el comercio, que está cayendo por primera vez en un cuarto de siglo.
Se estima que más del 90 por ciento de las transacciones comerciales del mundo dependen de alguna forma de créditos y, con el actual colapso de la confianza de los prestamistas, se prevé que el déficit de la financiación comercial ha ascendido a los 300.000 millones de dólares. Fin