Cultura de usar y tirar
Tal como escribe Elizabeth L. Cline en su libro “Overdressed: The Shockingly High Cost of Cheap Fashion” (El asombroso alto costo de la moda barata), los estadounidenses compran más ropa que cualquier otra cosa, excepto comida y han llegado a considerar su ropa como desechable y transitoria. Los consumidores acostumbraban comprar trajes de calidad que estaban destinados a durar y ser reparados, pero hoy en día tratan la ropa como un “bien desechable” que pueden reemplazar una vez tras otra.
Así como la comida chatarra ha convertido nuestra comida real en una falsedad, la moda rápida ha convertido la costura casera en un arte perdido. Aún peor, dado que la industria de la ropa se acelera para mantener nuevos productos constantemente disponibles y para alimentar esta necesidad innecesaria, muchas mujeres jóvenes enfrentan la difícil situacion de tener que acomodar las nuevas añadiduras a sus apretados guardarropas.
Al comprar constantemente ropa en descuento y en otras tiendas de moda con ofertas de “bajos precios”, se convierten involuntariamente en escalavas de la moda rápida al abastecer la cultura de utilizar y desechar, favorecida por los estadounidenses, europeos y muchos otros.En los tiempos pasados, los precios de la ropa se fijaban de acuerdo a su calidad.
“Allá donde la generación de mi padre podía comprar en la tienda departamental del centro ropa única y bien hecha, ahora nos enfrentamos a un panorama de moda de molde que ofrece muchas grandes ofertas, pero no mucho en la forma de elecciones reales” resume Cline de manera incisiva.
De acuerdo a Cline, este cambio tuvo lugar relativamente tarde, en los años 1990, cuando Gap, que vendía ropa a precios moderados, empezó importantes campañas de marcas. Con el tiempo, los vendedores tradicionales de vestimentas tuvieron que enfrentarse a la elección entre responder mediante la disminución de los precios y vender en grandes cantidades o irse a la quiebra.
Cuando los precios se convirtieron en la única ventaja competitiva, los productores empezaron a trasladar sus fábricas a lugares en donde no tuvieran que preocuparse por las condiciones laborales, salarios mínimos y sindicatos. Como resultado, la ropa barata está constantemente disponible en tiendas de rebajas, con precios para moverse todo el tiempo, docenas a una sola vez. En algunas tiendas las colecciones aparecen con una frecuencia de cada dos semanas.
En este revelador estudio de la industria de la moda rápida, Cline explica por qué es una mala idea, para los trabajadores , la industria, para el ambiente y sobre todo, para los consumidores mismos.