Du, profesor de Harvard y más cercano a ésta última visión, lo resumía diciendo que no tomar en consideración los elementos positivos de la tradición sería como “arrojar el barreño con el agua sucia del baño y tirar al niño dentro también”. En efecto, muchos intelectuales chinos llaman a reconsiderar los valores confucianos y verlos bajo una nueva perspectiva. Sin dejar de reconocer que existen algunos puntos discutibles que no son totalmente compatibles con la contemporaneidad –por ejemplo la idea de la “sumisión del siervo a su superior, del padre al hijo y de la esposa al marido”-, creen que en el pensamiento confuciano hay muchos elementos muy válidos y dignos y rechazan la tendencia entre algunos intelectuales a idealizar la tradición occidental como ‘avanzada’ y ‘contemporánea’ y criticar la china como ‘atrasada’.
Podría considerarse que este proceso intelectual resulta especialmente oportuno para una China en pleno ascenso mundial, en busca de una tarjeta de presentación ante el mundo y una filosofía sobre la que asentar su potencia y fundamentar su ‘poder blando’. En ese sentido, algunos intelectuales más escépticos, como Yuan Weishi, antiguo profesor de la Universidad Zhongshan, opinan que en los últimos años el confucianismo y la tradición está siendo objeto de una excesiva glorificación o ‘estetización’ (美化měihuà) e incluso advierten de las potenciales derivas nacionalistas.
Aunque este debate suele estancarse excesivamente en la manida, demagógica y a veces absurda dialéctica de oposición entre Oriente – Occidente, hay algunos puntos de vista esperanzadores que nos hacen descubrir la existencia de lugares comunes entre las tradiciones filosóficas de China y Europa y sugieren puntos de encuentro y universalidad de algunos valores. El debate sigue abierto y quizá en los próximos años se alcancen conclusiones prometedoras que, de alguna forma, contribuyan a crear una mejor comunicación y comprensión intercultural.