“Tengo mucho miedo de despertar un día y encontrarme con la policía que viene a enviarme de regreso a mi país”, me confesó Mailakao muy preocupado.
Para ellos, la “residencia ilegal” es como una bomba que puede explotar en cualquier momento. “Cada día lo tomo como mi último día en Beijing. A veces la vida es una aventura y me gusta esta sensación”.
Mailakao añadió que “Beijing es una ciudad abierta y tolerante, que no aplica un excesivo y estricto control sobre los extranjeros. Durante el último año casi no he tenido que someterme al examen de la visa. Pero nadie sabe cuándo llegará ese día”.
Pero esta no es una preocupación exclusiva de Mailakao, sino la de una buena parte de los extranjeros que residen en la capital china.