En los casos del europeo Mailakao (nombre en pinyin) y el africano Hualong, los motivos de su aventura en China son un poco diferentes: el del primero vino buscando un estado de vida ideal, mientras que el segundo desea hacer realidad el sueño de ser millonario.
Buscando a Mailakao
Encontrar a Mailakao no resultó un trabajo fácil. Como aficionado al turismo y la fotografía, él se desplaza constantemente por todo Beijing. Para ser más precisos, “no tiene residencia fija, ni empresa fija, ni teléfono fijo”. Como resultado, cuando le llamé al número que me dio hace medio año, me salió el contestador automático de la compañía, comunicándome la cancelación del mismo.
Entonces emprendí una dura experiencia de búsqueda. Lo primero que hice fue localizar a su profesor de chino y luego a sus amigos en la ciudad. Aunque gasté muchas energías, finalmente logré ponerme con contacto con Mailakao.
Quedamos para el 4 de enero, en una cafetería cercana a la parada de metro de Wudaokou, uno de los lugares de la ciudad más frecuentados por los extranjeros, en especial los estudiantes, que lo bautizaron como “Aldea de la Tierra en China”.
Cuando entré, todas las plazas de la cafetería estaban ocupadas, excepto dos mesitas al lado del pilar. Calculé que había 23 consumidores y salvo tres de ellos, el resto eran evidentemente extranjeros. Sin embargo, cuando escuché la conversación de los tres asiáticos, descubrí que tampoco ellos eran chinos, sino coreanos. Por un momento tuve la sensación de ser yo quien estaba en otro país.