Por Nuria Cimini

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Desde que hace más de un mes una inusual acumulación de suicidios en la fábrica china de la taiwanesa Foxconn hiciera sonar las alarmas en la opinión pública china e internacional, la prensa no ha dejado de recoger noticias sobre huelgas en diferentes empresas extranjeras en China, y de hacer especulaciones sobre el futuro del país asiático como fábrica del mundo.

Algunos expertos hablan de un efecto dominó que se inició cuando Foxconn, presionada por las críticas y el miedo de algunas de las importantes empresas para las que trabaja de ver empañada su imagen pública con los sucesos, optó por conceder a sus trabajadores sustanciales aumentos salariales y mejoras en las condiciones de trabajo. En efecto, desde entonces se han sucedido los paros de trabajadores, de mayor o menor duración y con mejores o peores resultados, en las plantas chinas de empresas como las japonesas Honda, Toyota y la productora de máquinas de coser Brother, las también taiwanesas Smartball, que fabrica calzado, KOK, del sector del caucho, y Merry Electronics Co., así como en la coreana Hyundai y la cervecera de capital mixto danés y chino Carlsberg.

A raíz de las protestas, se han publicado en los medios extranjeros ciertos artículos en los que alegremente se asegura que los chinos “por fin han descubierto la huelga”. Nada más lejos de la realidad, sin embargo, en un país en que se registran, aunque de manera no oficial ya que el estado nunca ha publicado estadísticas al respecto, miles de huelgas y conflictos laborales al año. Lo que los chinos han descubierto, en todo caso, es que hacer huelga en las plantas propiedad de empresas extranjeras es mucho más fructífero que hacerlo en las de las empresas de capital chino.

En primer lugar, las huelgas en las grandes empresas extranjeras llaman más la atención, ya que están en el punto de mira de la opinión pública internacional y tienen más que perder en términos de prestigio, por lo que la presión que se puede ejercer sobre ellas es mayor, y ceden con mayor facilidad. En segundo lugar, las huelgas, que no hay que olvidar que en China son ilegales, suelen encontrarse con mucha menos permisividad por parte de las autoridades cuando se dan en empresas de capital chino. Esto lo demuestra, por ejemplo, el hecho de que una huelga iniciada a mediados de mayo en una antigua empresa estatal del sector algodonero de Henan, y en la que estaban implicados alrededor de 5.000 trabajadores, acabara a principios de junio con la detención de unas 20 trabajadoras por parte de la policía, acusadas de “perturbar la producción”. Sin embargo, no ha trascendido que medidas similares hayan sido aplicadas a los trabajadores que han ido a la huelga en las empresas de capital extranjero.