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La triste realidad del tráfico de personas en China  Exclusiva
Agregar a favoritos | Imprimir | e-mail | Corregir   10:15 25-03-2010 / spanish.china.org.cn
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Sin embargo, el mercado internacional no es el único destino de los menores y mujeres que son secuestrados o vendidos cada año en China. Es el mercado interno del país el que alienta en mayor medida el tráfico de personas, tanto de las que provienen de la propia China como las que se captan en el extranjero, afectando en particular a las niñas y mujeres, que son forzadas a casarse contra su voluntad o a trabajar como prostitutas o en ocasiones como obreras, y en menor medida a los niños, también destinados a trabajar en condiciones de esclavitud para empresarios sin escrúpulos o a convertirse en parte de las redes criminales que los entrenan para cometer actividades delictivas.

El porqué de este fenómeno hay que buscarlo en la incidencia de múltiples factores, desde los históricos y culturales hasta los económicos y políticos, cuya conjunción hacen del tráfico de personas en China un problema particularmente complejo y de difícil solución.

La historia de China, por un lado, está llena de prácticas de este tipo. Tanto en la China antigua como moderna, hasta la entrada de los comunistas en el poder, era algo muy frecuente y en ningún caso algo mal visto la compraventa de niñas y mujeres en calidad de esposas, concubinas o criadas, tanto por parte de las familias pudientes como de baja extracción, y a menudo aquellas con menos suerte eran vendidas para trabajar en burdeles. El fuerte arraigo de estas costumbres y creencias, la estructura de la unidad familiar tradicional y la aceptación de la mujer como mercancía incluso por parte de la propia mujer, son factores que explican en parte que, a pesar de los procesos de reeducación de la población en las últimas décadas, la demanda de mujeres en el mercado interno chino del tráfico de personas siga siendo tan elevada. Desde luego, no parece arriesgado aventurar que la compraventa de niños y mujeres no ha dejado de producirse a lo largo de los años, aunque de forma encubierta, hasta hoy día.

Así, en parte debido al peso de la tradición, en parte a la implantación de la política del hijo único para el control de natalidad, muchos son los padres de zonas rurales empobrecidas dispuestos a vender a sus hijas, siempre antes que a sus hijos, al verse acosados por la miseria, un número excesivo de hijos, los tradicionales prejuicios contra las niñas y las pocas ventajas que les supone su crianza. A pesar de que los niños tampoco están libres de riesgo, las niñas son también un objetivo preferente de las mafias, en parte, porque el precio que se paga por ellas a los padres es muy inferior que el que se pagaría en el caso de un varón, y, por otro lado, porque la demanda de niñas es muy elevada y su venta por lo tanto más fácil. Es por ello, también, que en muchos casos las niñas que son rescatadas de las redes de traficantes por las autoridades no son reclamadas por sus familias, y la complicación de encontrar a sus padres biológicos supone otro quebradero de cabeza más. Por otro lado, el desequilibrio en la proporción entre hombres y mujeres derivado de los infanticidios de niñas cometidos durante los últimos años como consecuencia de la preferencia de muchas parejas por tener un hijo varón (se calcula que en la actualidad nacen 119 niños por cada cien niñas), y que hace que muchos hombres jóvenes tengan grandes dificultades a la hora de encontrar esposa, se está perfilando como otro de los factores que más están contribuyendo a aumentar el mercado negro de mujeres destinadas a convertirse en esposas forzadas en el interior del país.

Sea lo que sea lo que nos ayude a explicar este tipo de conductas, de lo que no hay dudas es de la existencia de un denominador común que afecta a la inmensa mayoría de las víctimas de este negocio. Este común denominador, el requisito principal para ser traficado, es la pobreza. Porque son claramente los niños de los pobres, las mujeres de los pobres, los que son secuestrados o vendidos. En muchos casos, como en el del padre convertido tristemente en noticia el pasado mes de febrero, su carrera por zafarse de la pobreza de su lugar de origen en el interior de China, convirtiéndose en trabajadores inmigrantes en las pujantes ciudades del este del país, no es suficiente para alejarse del peligro, sino que a veces incluso lo acerca.

Ante todo, lo que queda patente es la gravedad de un problema cuya solución concierne tanto a la ciudadanía como a los poderes públicos, ya que la indefensión de un niño, la indefensión de un padre, la del individuo aislado, en definitiva, no puede ser la de toda una sociedad, ni la de un país. La sociedad no está indefensa ante esta barbarie, y China tiene ahora ya medios para combatirla. No sólo es importante actuar contra las redes criminales dedicadas a traficar con parte de los ciudadanos del país, es importante también luchar por reducir la pobreza y las desigualdades que son caldo de cultivo para este tipo de negocio y proveer de recursos, en forma por ejemplo de servicios sociales, a aquellos que necesiten de protección. Es importante, por último, fomentar en la sociedad una serie de valores que impidan que se considere aceptable adquirir el derecho sobre la vida de otro individuo, y conseguir también que nadie permanezca indiferente a la tragedia de sus conciudadanos.

Enlaces relacionados:

http://www.humantrafficking.org/updates/304

http://www.womenofchina.cn/

http://www.dailymail.co.uk/news/worldnews/article-1248252/Chinese-boy-chained-lamp-post-dad.html

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