Por Deng Hongbo, embajador de China en Kenia
Desde la clausura de la Conferencia Internacional sobre el Cambio Climático de la ONU, celebrada en Copenhague (Dinamarca), todas las partes han estado evaluando los resultados. Aunque China ha hecho grandes esfuerzos para tratar de resolver los problemas del clima en el planeta y ha conseguido notables logros al respecto, hay quienes continúan haciéndole reproches irrazonables.
Algunos han presionado a China para que asuma mayores compromisos en la reducción de las emisiones, reclamando que las medidas para la reducción de las emisiones adoptadas por el país no son suficientes.
Algunos, incluso, han acusado erróneamente a China de bloquear la Conferencia de Copenhague por sus propios intereses económicos y afirman que Beijing es culpable por el supuesto fracaso de la reunión.
El principio de “responsabilidades comunes, pero diferenciadas”, establecido por la Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (UNFCCC, siglas en inglés) es el cimiento de la cooperación internacional sobre el cambio climático.
Sin embargo, en los pasados cinco años, ha existido la tendencia a minimizar intencionalmente las responsabilidades diferenciadas, mientras se pone demasiado énfasis en las responsabilidades comunes entre los países desarrollados y los en vías de desarrollo.
En este contexto, la posición de China, el mayor país en vías de desarrollo del mundo, ha sido respaldada por muchos.
El hecho es que China nunca ha flaqueado en su determinación ni tampoco frenado su paso en el enfrentamiento del cambio climático, incluso en medio del golpe de la crisis financiera internacional.
Como el primer país en vías de desarrollo en adoptar e implementar el Programa Nacional sobre el Cambio Climático, China ha hecho en los últimos años los más intensos esfuerzos en la conservación de la energía y la reducción de la contaminación y ha registrado un rápido crecimiento en la aplicación de las nuevas energías y las energías renovables.
Enfrentando la dura tarea de su desarrollo económico y el mejoramiento de las condiciones de vida de su pueblo, China no ha tenido opción, pero toma el bienestar de sus habitantes como una de sus tareas prioritarias.
Aún así, China nunca ha renunciado a los esfuerzos dirigidos a la cuestión del cambio climático relacionados con la supervivencia de la humanidad.
Previo a la Conferencia de Copenhague, el Gobierno chino anunció voluntariamente el compromiso de reducir de un 40 a un 45 por ciento la intensidad de las emisiones de dióxido de carbono por unidad del PIB para el año 2020 en comparación con los niveles de 2005.
Emprendió el desarrollo de las energías nuclear y renovable para garantizar que para el 2020 el consumo de energías no fósiles represente el 15 por ciento de la energía primaria total que necesita el país.
También se comprometió a plantar más árboles e incrementar la superficie forestal del país, y el volumen de reservas en 40 millones de hectáreas y 1,3 millones de metros cúbicos, respectivamente, en relación con los niveles de 2005.
Como el carbón es su principal fuente de energía, China se enfrenta con una especial dificultad en la reducción de las emisiones. Teniendo en cuenta todos estos aspectos, uno puede comprender que sus esfuerzos a favor del clima no palidecen en comparación con cualquiera de las naciones desarrolladas.
Restar importancia intencionalmente a los esfuerzos de China en el enfrentamiento del cambio climático es irresponsable.
China valora como positivo el resultado de la conferencia de Copenhague, aunque no sea satisfactorio. Primero, el principio de “responsabilidades comunes, pero diferenciadas” establecido por la UNFCCC y el Protocolo de Kyoto fue firmemente respetado, lo cual responde también a los intereses de los países africanos.
En segundo lugar, se están dando nuevos pasos en relación con el control obligatorio de las emisiones por los países desarrollados y las acciones voluntarias de los países en vías de desarrollo para atenuar el problema.
Son infundadas las acusaciones contra China por el fracaso de la conferencia de Copenhague. El cambio climático es una cuestión global y ningún país, incluyendo a China, podría quedar inmune de su impacto.
De hecho, China es uno de los países más susceptibles a los efectos adversos del cambio climático, principalmente en la agricultura, la crianza de animales, la silvicultura, los ecosistemas naturales, los recursos acuáticos y las zonas costeras.