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LA TRIBUNA: Pekín, una ciudad de cine Exclusiva
Agregar a favoritos | Imprimir | e-mail | Corregir   09:08 18-01-2010 / spanish.china.org.cn
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Por Manuel Pavón Belizón

 

En estos últimos días, muchos chinos, como ocurre en numerosos países del mundo, han acudido en multitud a las salas de cine de Pekín para ver la última superproducción del momento: Avatar. Esta megaproducción de James Cameron pasará a la historia por haber sido la más cara y, tal vez, por su recaudación récord en taquilla.

Existe entre las salas de cine de China en general y de Pekín en particular una desafortunada tendencia a proyectar únicamente las grandes producciones internacionales que llegan de Hollywood, ignorando completamente otras cinematografías internacionales menos dolarizadas y estrelladas, pero más sinceras y cercanas, que ponen ante nuestros ojos una forma diferente de ver la realidad, lejos de los ecos y del bombardeo del márketing, esos filmes que podríamos calificar de ‘minoritarios’. Pero así es; en China a veces parece que todo se hace extremo y, aquí, la mayoría es más mayoría y la minoría es más minoría.

Pero Pekín siempre ofrece medios y, aunque su ausencia de las salas comerciales las mantenga lejos del gran público, esa carencia se ve subsanada por las instituciones culturales de las embajadas y, por supuesto, las innumerables tiendas de DVD que se esparcen por todo Pekín. Me parece maravilloso que uno pueda encontrar así, en mitad de una calle perdida, una tiendecilla destartalada donde te venden la filmografía completa de Ingmar Bergman o Pasolini, por poner dos ejemplos. Estas tiendas atestadas guardan muchísimas joyas del cine que, ni siquiera en la misma Europa, tan esnob a veces, resulta tan fácil encontrar, al menos de una forma tan sencilla y accesible como aquí.

Es cierto; en Pekín es difícil, por no decir casi imposible, ir a un cine a ver una buena película independiente (sobre todo si es extranjera), de esas que cuentan historias humanas en las que las gafas de 3D están de más, porque lo que en ellas se muestra se puede contemplar de forma tridimensional en la calle día a día. Esas historias cotidianas que, por corrientes, pasan por la realidad, ante nosotros, desapercibidas. Esos relatos visuales de vivencias, miserias, alegrías y excesos individuales que se revelan como un objeto estético por el mero hecho de proyectarse sobre una superficie. Y sin embargo, están siempre ahí, a nuestro alrededor.

Porque Pekín, con sus más de 16 millones de habitantes, es una bomba cinematográfica cargada de historias. 16 millones de vidas que bullen en esta ciudad extrema, donde la arquitectura hace evidentes los excesos de una suerte de ultrapragmatismo que empuja a las personas al abismo, en una lucha por mantenerse con el cuello afuera en una sociedad tan exigente y que pone tanta presión sobre sus individuos. En ningún otro sitio, la expresión ‘jungla urbana’ me había parecido tan oportuna. Aquí la lucha por salir adelante está a ras de piel.

Recuerdo cuando era un niño haber ido a la capital de mi provincia, Cádiz, y visitar una cámara oscura: una sala privada de luz en lo alto de una torre del casco antiguo. Un mecanismo tomaba la luz del exterior y la derramaba sobre una pantalla blanca ligeramente cóncava, dispuesta en posición horizontal en medio de la negra sala. Los visitantes nos repartíamos alrededor de la pantalla para contemplar el fenómeno de la luz que, al vertirse sobre la superficie blanca, reflejaba tal cual lo que había fuera, en movimiento: las torres, las azoteas, los pájaros volando y la gente caminando. Recuerdo que la chica que daba las explicaciones tomó un rectángulo de papel, lo dobló por la mitad y lo interpuso en el camino de una de las figuras reflejadas en la pantalla, produciendo el efecto de que esa persona (con existencia real allí fuera) subía y bajaba por el papel. Ese ‘jugar con la realidad’ me parece una metáfora clara de lo que debe ser el cine.

Algo así ocurre en Pekín, visto con ojos cinematográficos: la ciudad está llena de gente, como innumerables sombras que se mueven. Sólo basta fijarse en una, tomarla, sacarla a relucir, para que una historia de cine nos salga al encuentro.

Muchos de los filmes chinos que más eco han tenido en el extranjero, tanto en festivales como en los circuitos algo más independientes, son historias que ocurren en Pekín y tienen como telón de fondo sus calles, sus gentes, sus detalles y sus costumbres y símbolos cotidianos.

Como muestra de la vida que rezuma Pekín, proponemos algunas de esas películas. Que ustedes las disfruten.

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La bicicleta de Pekín (十七岁的单车), de Wang Xiaoshuai, 2001

Un rasgo común de todas estas películas es que toman como escenario un Pekín en transformación y una sociedad en transformación. En este film, se muestra lo que podríamos calificar de un ‘conflicto de clases’ y las injusticias que de él se derivan: un joven humilde que, para ganarse la vida, trabaja como mensajero con una bicicleta que le es robada por otro joven de clase más acomodada. Y de fondo, Pekín en construcción.

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