En 1972, la Food and Drug Administration comenzó a exigir el uso de plástico en lugar del vidrio para la fabricación de las lentes. Además de no romperse, las lentes de plástico son más baratas, absorben mejor la radiación ultravioleta y pesan menos, aunque, curiosamente, son más proclives a la rotura y a los arañazos si no cuentan con un recubrimiento especial, y ese recubrimiento vino de la mano de la compañía Foster-Grant, que en colaboración con la Agencia Espacial, lo desarrolló para proteger las viseras de los cascos de los astronautas, consiguiendo una resistencia diez veces mayor.