El Año Nuevo chino ante la desaparición del Beijing tradicional

Sobre una precaria silla de madera, Liu Zhenru coloca a sus 78 años un conjunto de faroles rojos sobre las ramas de su guinjo. Esta es la 49ª Fiesta de la Primavera que Liu vive en su vivienda, lugar donde no celebrará la quinta decena.

Liu es uno de los cada vez más escasos residentes en la capital china que celebran la Fiesta de la Primavera, el Año Nuevo Lunar chino, en un siheyuan (construcciones tradicionales chinas de baja altura organizadas en torno a un patio central). El próximo año lo hará desde la 18ª planta de un edificio de apartamentos moderno.

Los siheyuan sufren de "daños colaterales" de la modernización del gigante asiático. Sus ladrillos grises y relieves delicados son pasto de las excavadoras que dejan paso a edificios altos de cemento y cristal.

Sólo un tercio de los hutong (barrios tradicionales formados por callejuelas que recorren los siheyuan) de Beijing, han logrado escapar de la demolición o destrucción parcial, según una investigación realizada por el Instituto de Ingeniería Civil y Arquitectura de la capital china.

Según un informe presentado el año pasado por China News Service, en la actualidad, Beijing cuenta con unos 400 hutongs, cifra que en los años ochenta se situaba por encima de los 3.000.

Luo Boyan vivió en un siheyuan durante 60 años antes de mudarse a su nuevo apartamento. Ahora, la Fiesta de la Primavera no es más que una reunión familiar para ella.

"Hace años, en la vieja casa, se podía oler el Año Nuevo. Cocinábamos niangao (pastelillos tradicionales de arroz) y su aroma escapaba por las ventanas, mientras se mezclaba con el humo de los fuegos artificiales para formar la esencia de la fiesta", afirma melancólicamente Luo.

"Vivir en un siheyuan era como vivir en una gran familia", sostiene Wu, de 55 años, mientras mueve dos nueces entre sus dedos en la entrada a su nuevo edificio de apartamentos. "No teníamos que cerrar las puertas al salir de casa. A veces, si la sal se acababa, gritábamos. Un momento después aparecía un paquete volando por la ventana".

Aquellos días han pasado a la historia. Luo llegó a Beijing para trabajar como carpintero cuando tenía apenas doce años. Vivió en un siheyuan hasta hace dos años, cuando el gobierno demolió su vivienda y le compensó con 6.000 yuanes por metro cuadrado.

Ahora, sólo en su apartamento de 140 metros cuadrados, Luo no conoce siquiera a los inquilinos del piso contiguo.

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