En medio de las negociaciones entre Estados Unidos y Rusia para reducir el volumen de sus arsenales nucleares, el anuncio del primer ministro ruso, Vladimir Putin, sobre la puesta en funcionamiento en julio de este año de un reactor nuclear de fabricación rusa en la central atómica iraní de Bushehr ha levantado ampollas entre las filas estadounidenses.

La secretaria de estado estadounidense, Hillary Clinton, que se encuentra de visita oficial al país para asistir a una reunión a cuatro bandas con Rusia, la UE y la ONU sobre la situación en Oriente Próximo, ha dicho que esta decisión envía un mensaje erróneo a Irán, y ha pedido a Rusia que aplace la puesta en funcionamiento de la planta, ya que Irán aún no ha garantizado a la comunidad internacional los objetivos que persigue su programa nuclear.

A pesar de las críticas, Rusia, que está centrando sus esfuerzos en convertirse en un importante constructor de plantas nucleares tanto en Oriente Próximo como en otras regiones del planeta, ha asegurado que la central estará supervisada por la Agencia Internacional de la Energía Atómica (AIEA), y que como medida preventiva Irán está también obligado a devolver a Rusia los contenedores en los que se almacena el combustible nuclear.