Wang Mingxin, médico del equipo de rescate chino en Haití, ha sido testigo de la destrucción y de las labores de rescate en la capital haitiana, que fue asolada por un terremoto de 7,3 grados de magnitud en la escala de Richter la semana pasada.
Les ofrecemos a continuación varios extractos de su diario.
14 de enero (jueves). Nublado.
Fuimos informados poco después de nuestra llegada a Puerto Príncipe a las 2:20 de la mañana:
Los derrumbes de edificios son habituales en la ciudad, ya que se utilizan débiles ladrillos huecos para construir edificios; el derrumbe de las cárceles ha provocado que muchos presos salgan libres a las calles; ocho ciudadanos chinos trabajando para la misión de la ONU en Haití están desaparecidos y se cree que están sepultados entre los escombros.
Mientras los otros rescatistas chinos están montando un control de mando de campo en tiendas de campaña, varios de nosotros acudimos a la sede de la Misión de Estabilización de la ONU, donde nos encontramos con un equipo de rescate estadounidense que ha llegado al lugar media hora antes.
Los rescatistas estadounidenses han encontrado a un superviviente en el edificio de la ONU, pero no han encontrado más señales de vida aquí.
Mientras esperamos que llegue el equipamiento especial para rescates, inspeccionamos el edificio de la ONU, que tiene siete pisos sobre el terreno y otros tres subterráneos. Los pisos a partir del tercero han colapsado completamente.
Se cree que el personal chino en la misión de la ONU se encontraba en el cuarto piso cuando se produjo el terremoto.
Han pasado ya 48 horas desde el terremoto, y con ellas se van desvaneciendo las probabilidades de encontrar más supervivientes en el edificio de la ONU.
Pero el jefe de las operaciones de rescate ha decidido que tenemos que encontrarlos a todos, vivos o muertos, y llevarlos de regreso a casa.
El camino que debemos seguir hasta los enterrados en los escombros es señalado desde el tejado del edificio derruido.
Como médico del equipo de rescate, mi misión era trabajar con una clínica móvil delante de la oficina del primer ministro de Haití.
Cuando los haitianos que estaban buscando refugio en un jardín delante de la oficina del primer ministro vieron la clínica, corrieron hacia nosotros, en busca de tratamiento para heridas externas y fracturas de huesos, sobre todo.
El 95 por ciento de las heridas estaban infectadas, lo que puede provocar, en ciertos casos, daños permanentes o incluso resultar fatales.
Comenzamos inmediatamente a tratar a esas personas con lo que teníamos en el momento.
Para las 5:30 de la tarde, cuando teníamos que regresar a nuestro control de mando para reponer medicamentos y equipos médicos, habíamos tratado a más de 100 personas.
15 de enero (viernes). Soleado.
A las 4:00 de la mañana me despertó una serie de temblores dinámicos, que rápidamente comencé a reconocer como réplicas y empecé a acostumbrarme a ellas.
Los médicos nos dividimos para trabajar en la clínica móvil y en la sede de la ONU.
El trabajo de ayer nos hizo muy populares y bien recibidos entre la gente delante de la oficina del primer ministro, donde cada vez más gente se reunía para recibir tratamiento. La eficiencia de nuestro trabajo ha aumentado después de que la oficina del primer ministro encontrase varios voluntarios que hablan inglés, que nos ayudan a traducir.
Nuestra principal tarea es limpiar las heridas de arena y polvo y distribuir antibióticos para evitar que se infecten.
Para evitar posibles brotes de epidemias, lo que acompaña habitualmente los terremotos, hemos decidido, además de nuestros tratamientos médicos rutinarios, extender las labores de desinfección a centros y campamentos de refugiados.
16 de enero (sábado). Soleado.
Me despierto otra vez sobre las 4:00 de la mañana, pero esta vez por la cegadora luz de una linterna. Sólo oigo una orden seca: "Todos arriba y en formación".
Mientras estábamos formados atentos a nuestro mando de campo, se nos confirmó lo que ya nos temíamos: Estaban llegando los restos de uno de los ciudadanos chinos desaparecidos en la misión de la ONU.
Corrí a la tienda médica para agarrar los equipos y medicamentos necesarios.
Los médicos transferimos los restos desde la ambulancia a un camión frigorífico.
Después fueron llegando más restos de miembros chinos de personal de la ONU, y trabajamos sin parar para tratarlos y prepararlos para su viaje final de vuelta a casa.
Sobre las 19:00, la esposa del primer ministro haitiano vino en persona a nuestro campamento para darnos las gracias. Elogió altamente nuestra labor en la clínica.
17 de enero (domingo). Soleado.
Otra vez me desperté a las 4:00 de la mañana por unas fuertes réplicas que no nos molestaron mucho.
Después del alba, nos enteramos de que íbamos a despedir los restos de los ocho miembros chinos del personal de la ONU en el aeropuerto, donde un avión chino había traído poco antes materiales de ayuda por valor de dos millones de dólares -- agua potable, alimentos, medicamentos y material médico.
A las 8:00 de la mañana, nos reunimos delante del control del mando de campo para presentar nuestros últimos respetos a los restos de quienes habían venido a trabajar en las misiones de pacificación y mantenimiento de la paz de la ONU y habían perdido sus vidas por ello.
Muchos de nosotros lloramos cuando los camiones frigoríficos salieron del campamento rumbo al aeropuerto.
Lloramos, porque entre los fallecidos se encontraba un jóven padre que nunca conocería a su hija; se encontraba una madre que llevaba mucho tiempo lejos de su hijo; y había maridos que habían estado mucho tiempo sin ver a sus esposas e hijos.
"Que tengáis un pacífico viaje de regreso a casa".
Esto es lo que pudimos decir para despedir a nuestros ocho compatriotas que serán recordados no sólo por los chinos, sino también por los haitianos y los amantes de la paz de todo el mundo debido a que dedicaron sus vidas a la paz. Fin