Cuba y Estados Unidos están ante la posibilidad de remodelar sus relaciones gracias al nuevo aire que ha tomado la política internacional. Así, los dos países discutirán estos días varios temas de interés común para intentar llegar a acuerdos que permitan combatir algunos de sus problemas más acuciantes como son el narcotráfico, el tráfico de personas o el terrorismo.
La principal dificultad consiste sin duda en superar el entramado de leyes que desde hace medio siglo Washington aplica a Cuba con el fin de mantener alrededor de la isla un bloqueo económico, financiero y comercial.
La administración de Barack Obama, a pesar de tener una mejor disposición hacia la isla que sus predecesores, no parece dispuesta a levantar ese bloqueo que desde hace más de una década ha sido condenado casi unánimemente por la Organización de las Naciones Unidas.
No obstante, son positivas las recientes reuniones sostenidas en el Departamento de Estado por el subsecretario de Estado para América Latina, Thomas Shannon, y por el jefe de la oficina de Intereses de Cuba en Washington, Jorge Bolaños.
Aunque los temas abordados en las conversaciones no trascendieron a los medios, la parte cubana ratificó su disposición a dialogar. El actual presidente del país, Raúl Castro, afirmó ya el pasado mes que "estamos dispuestos a discutir todo, derechos humanos, libertad de prensa, presos políticos, pero en igualdad de condiciones, sin la más mínima sombra sobre nuestra soberanía".
La afirmación del mandatario se unió a las declaraciones de su hermano y ex presidente Fidel Castro, para quien la invitación a negociar es "una muestra de valentía y confianza en los principios de la Revolución".
Para muchos analistas, el diálogo es posible aunque hay mutuos recelos debidos a tantos años de desencuentros y a los intentos fallidos de más de una decena de mandatarios de Estados Unidos de subvertir el orden interno en la isla.
El bloqueo fue iniciado por la administración del entonces presidente John F. Kennedy en 1961, y después se recrudeció con la llamada Ley Helms-Burton, aprobada en 1996 durante la administración de Bill Clinton y que se aplicó rigurosamente con el mandato de George W. Bush.
Fue precisamente esta última ley la que supuso que el bloqueo dejara de ser una facultad presidencial para pasar a depender del Congreso, lo que dificulta su eliminación. Sin embargo, existe la posibilidad de avanzar en temas propuestos antes por Cuba, como el combate al narcotráfico, al tráfico de personas y al terrorismo.
En marzo de 2005 La Habana hizo propuestas de cooperación en esas áreas, pero fueron desestimadas por la administración Bush, que más tarde interrumpió de manera unilateral la revisión semestral de los acuerdos migratorios bilaterales firmados en 1994 y ratificados en 1995.
Esos acuerdos, los únicos suscritos entre los dos países, permitían una emigración normal y ordenada desde la isla hacia territorio norteamericano, y eran revisados por funcionarios de las dos naciones cada seis meses para verificar su el cumplimiento.
Ahora, la continuidad de esos encuentros depende únicamente de la voluntad política de los dos países, cuya proximidad geográfica les obliga a compartir problemas de toda índole.
Aunque la administración Obama eliminó la prohibición de viajar a la isla o enviar remesas para los cubanos residentes en Estados Unidos, el resto de los ciudadanos estadounidenses siguen teniendo legalmente prohibido visitarla.
Levantar esa prohibición, que muchos en Estados Unidos consideran anticonstitucional, representa también una buena inyección de dinero fresco para la maltrecha economía cubana, ya que se prevé que como consecuencia se produciría una "invasión" de turistas estadounidenses a la isla.
A pesar de los escollos, existe un camino de diálogo posible para avanzar en el acercamiento de los dos países antes de llegar a una mejora de las relaciones. Sin embargo, esto será posible sólo si Estados Unidos renuncia a sus intenciones de determinar el futuro político cubano, algo que por el momento parece muy lejano.