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Mercado atrofiado afecta a la herencia del bordado de Beijing 
Agregar a favoritos | Imprimir | e-mail | Corregir   13:27 09-03-2009 / spanish.china.org.cn
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En el taller de Yao, el reportero vio que están colgados en todo el cuarto productos finos y hermosos, cuya mayoría son hechos por de este maestro. Figuran también obras de hace 200 años coleccionadas por él. Ese día, la cobertura del reportero coincidió con la visita de algunos huéspedes extranjeros, quienes exteriorizaron suma admiración por estos finos bordados.

Después de la dinastía Ming, contó Yao, se pusieron “parches” bordados en la parte delantera y posterior del vestido de los funcionarios para simbolizar el rango. De ahí nació el “taller de bordado” que servía exclusivamente a la corte imperial. El “parche” se convirtió en la obra representativa del bordado capitalino. En el presente, tales “parches” encuadrados se ven colgados de la pared como finos ornamentos artísticos.

Yao subrayó que, si bien el bordado de Beijing sirvió sólo a la corte imperial, encierra la cultura tradicional amplia y profunda y la civilización de alto grado de 5.000 años de China y constituye una riqueza artística peculiar, razón por la cual esta artesanía ha conquistado a muchos amigos de Europa y Estados Unidos.

Yao Fuying, de 67 años, posee 50 años de antigüedades en el bordado de Beijing. Su bisabuelo y abuelo fueron artesanos de dicho taller de la corte Qing. El mismo aprendió de niño de Bao Shulan, famosa maestra del bordado de Beijing. Luego del fallecimiento de Bao en 1983, Yao heredó todas sus técnicas. En 1995, se jubiló de la planta de bordados Longchang y empezó a dedicarse de tiempo completo a la elaboración y venta de bordados de Beijing. Ingresó en 2003 al taller Baigongfang.

“Siento que mi vista va de mal en peor,” dijo Yao, señalando su ojo izquierdo. El trabajo de varios decenios ha perjudicado su vista, por lo que ahora le cuesta mucho hacer el bordado. Dominar verdaderamente esta artesanía no es cosa de un día para otro. Los jóvenes actuales no tienen paciencia de sentarse largo tiempo, tal como los veteranos. Yao se quejó de que sus exigencias rigurosas resultan inútiles. “Dejaré esta artesanía hasta cuando se agote mi energía”, manifestó a regañadientes. Quizá varios años después la gente dejaría de ver el auténtico bordado de Beijing y se limitaría a escuchar sus cuentos.

 

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