Laboriosamente, millones de granos de arena son colocados ordenadamente en una plataforma plana durante un periodo de días o semanas, creando una pintura de belleza irresistible. Una vez terminada, y para simbolizar la impermanencia de todo lo que existe, las arenas de colores son barridas y vertidas en un río o arroyo cercano, donde las aguas llevan a las energías curativas por todo el mundo.
En Tibetano, este arte es llamado dul-tson-kyil-khor, el cual significa literalmente “mandala de polvos coloridos.”
Un símbolo de integridad
Tradicionalmente, los Budistas Tibetanos usan mandalas de arena como ayudas de visualización para la meditación durante ciertas ceremonias religiosas.
En sánscrito, el tema de la pintura de arena Tibetana es conocida como mandala, o cosmograma, de los cuales existen muchos tipos. La mandala representa un palacio imaginario que se contempla durante la meditación.
Cada objeto en el palacio tiene importancia, representando un aspecto de sabiduría o recordando al meditador del principio director. El objetivo del mandala es ayudar a transformar las mentes ordinarias en unas progresistas y ayudar con la curación. Cada sistema de tantra tiene a su propia mandala, por lo que cada una simboliza a un acercamiento espiritual y existencial particular.