El viceprimer ministro chino Li Lanqing (dcha) juega al ping pong con Henry Kissinger antes de una cena en Diaoyutai, residencia de los huéspedes de Estado en Pekín, el 18 de marzo de 2001.
La diplomacia del ping pong
Aunque Nixon estaba interesado en utilizar canales secundarios, también envió mensajes a través de los medios de comunicación. El más explícito fue en la entrevista con la revista ‘Time’ publicada en octubre de 1970, en la que el presidente estadounidense decía que si él no podía ir a China, esperaba al menos que sus hijos sí pudieran.
El 10 de diciembre de 1970, Mao extendió una invitación directa a Nixon durante sus cinco horas de conversación con Edgar Snow, periodista estadounidense conocido por su libro ‘Estrella Roja sobre China’ y otros reportajes próximos a la República Popular.
Tal y como Snow escribió en ‘Una conversación con Mao Tsé-Tung’, publicada el 30 de abril de 1971 en la revista ‘Life’, Mao afirmaba que daba la bienvenida a los derechistas como Nixon para visitar China, ya que los problemas entre China y EE.UU. “deberían ser resueltos con Nixon”.
Algunos autores chinos sugieren que el artículo de Snow llegó un poco tarde y se vio eclipsado por las noticias más emocionantes sobre la visita a China del equipo de tenis mesa estadounidense. Sin embargo, John H. Holdridge, quien preparaba por entonces documentación secreta para Kissinger por su posible visita secreta a China, contaba en sus memorias ‘Cruzando la línea’ que leyó y releyó el artículo en la revista ‘Life’ sobre la sesión de Snow con Mao. “En cierta forma, el esperanzador relato de Snow se convertiría en nuestra hoja de ruta para el futuro”, contaba Holdridge.
A mediados de abril de 1971, el mundo contemplaba cómo se desplegaba el espectáculo de la diplomacia del ping-pong.
Según Xiong, fue Mao quien decidió invitar al equipo de tenis mesa estadounidense a visitar China, ya que el equipo estaba a punto de regresar a su país desde Nagoya, en Japón. “La decisión de Mao no sólo abrió la puerta de la amistad entre los pueblos chino y estadounidense, sino que también marcó un cambio estratégico en las relaciones internacionales”, escribió Xiong.
Y fue Zhou Enlai el encargado de atender todos los detalles de la visita del equipo.
Como resultado, se convirtió en una “obra de diplomacia inspirada y teatral con todos los atributos de la sofisticación, la sabiduría y el sentido de la planificación táctica y estratégica propios de Zhou”, escribió Holdridge en sus memorias, añadiendo que Zhou se encargó de que fuera “China y no Estados Unidos quien fuera visto como el iniciador de la mejora de las relaciones”.
El primer ministro Zhou Enlai en su encuentro con Kissinger en julio de 1971, cuando éste era asesor de seguridad nacional de Nixon.
Detalles entre bambalinas
Existen muchas historias sobre cómo ambas partes exploraron nuevas vías en París, Islamabad y Bucarest, por ejemplo. Hojeando entre las más de 250 páginas de documentos desclasificados por la Agencia de Seguridad Nacional de EE.UU., uno puede percatarse claramente de cómo los mensajes eran transmitidos entre los líderes chinos y norteamericanos, no sólo a través de sus propios emisarios, sino también de los jefes de Estado de otros países, incluyendo el presidente pakistaní Yahya Khan o el rumano Nicolae Ceauşescu.
Khan entregó el mensaje de Nixon recibido durante las conversaciones en octubre de 1970 a Mao y a Zhou en noviembre, y devolvió un mensaje a la Casa Blanca posteriormente en el mismo mes, a través del embajador pakistaní en EE.UU. Como Kissinger recuerda en su libro ‘Los años en la Casa Blanca’, éste fue el primer mensaje de China que había llegado “de un Jefe, a través de un Jefe a un Jefe”.
Muchos de los relatos estaban sazonados con pequeños detalles de momentos luminosos, como cuando el general Vernon A. Walters, por enconces agregado militar de EE.UU. en Francia, fue asignado para ir “tan lejos como para echar la puerta abajo” con el fin de establecer contactos con el embajador de China Huang Zhen.
Diplomáticos chinos que participaron en las reuniones entre Kissinger y Zhou mencionaban los gruesos documentos que Kissinger llevaba consigo, en contraste con las palabras de memoria de Zhou. Dos agentes del servicio secreto estadounidense tenían que llevar lo que ellos llamaban “el libro” a todas partes, incluso durante la visita a la Ciudad Prohibida en la mañana del 10 de julio de 1971.
Zhang Ying era la esposa de Zhang Wenjin, encargado de las oficinas de Asuntos de Europa Occidental, América y Oceanía del Ministerio de Exteriores chino. Mientras su esposo lideraba el pequeño equipo de funcionarios chinos que acompañaba al equipo de Kissinger en su vuelo desde Rawalpindi, en Pakistán, hasta Pekín, ella cuidaba del alojamiento del equipo estadounidense y demás protocolo en Diaoyutai, la casa de huéspedes del Estado chino.
Zhang Ying rememoró cómo pusieron cigarrillos, té y dulces en sus habitaciones. “El primer día, ninguno tocó nada; pero el segundo día, descubrimos que había menos cigarrillos y dulces”, escribió en sus memorias. Los chinos repusieron los cigarrillos, el té y los dulces. “Cuando se fueron, no quedaba nada”, recordaba Zhang.
Años más tarde, Zhan se encontró con Bette Bao Lord, cuyo esposo, Winston Lord, viajó con Kissinger en la misión. Bao Lord le contó a Zhang cómo había repartido entre sus amigos los dulces que Lord había traído a su regreso de Pekín.