Esta época del año es la más hermosa de la Región Autónoma Uygur de Xinjiang, en el noroeste de China, porque la gente espera la cosecha de sus famosas uvas Manaizi, el turismo se incrementa y abundan los eventos culturales y comerciales. Pero este julio el mundo ha quedado consternado por los fatales disturbios ocurridos en la capital regional, Urumqi.
Los restos de vehículos incendiados, los escaparates rotos, cuerpos sin vida en las calles y los gemidos de los heridos son evidencia de la brutal noche del domingo, cuando 156 personas murieron y más de mil resultaron heridas. Los enfrentamientos esporádicos subsecuentes de los chinos de las etnias uygur o han ofrecieron una clave sobre qué tan intrincada y delicada es la situación allá.
Las investigaciones preliminares atribuyen la brutal violencia al separatista Congreso Mundial Uygur encabezado por Rebiya Kadeer, quien está recurriendo al terrorismo y separatismo para destruir la estabilidad y prosperidad de Xinjiang.
En una entrevista que dio a medios de comunicación extranjeros, Kadeer negó abiertamente la acusación y continuó censurando al gobierno chino para instigar el odio de la gente de la etnia uygur hacia el país.
Todos los que han estado en la región o que tienen algún conocimiento sobre ella, estarán de acuerdo en que la región más remota y más grande de China ha presenciado un desarrollo constante durante décadas.
La región abundante en recursos ha sido una protagonista activa de la Gran Campaña de Desarrollo del Oeste emprendida en 2001. Los 21 millones de residentes locales han visto cómo sus niveles de vida mejoran establemente.
Basta con observar las siguientes cifras. La población pobre de la región se ha reducido a la mitad y llegaba a 2,5 millones a fines del año pasado, en comparación con hace 30 años. Los ingresos anuales netos de los agricultores aumentaron de 119 yuanes (cerca de 17 dólares USA) en 1978 a 3.197 yuanes (468 dólares USA) en 2007. Más de 95 por ciento de las familias en las áreas remotas tienen televisor.
El producto interno bruto de la región se cuadruplicó a 400.000 millones de yuanes en 2008, en comparación con 1997, y el PIB per cápita ocupa el lugar 11 en el país.
Gracias al desarrollo del yacimiento petrolero Tarim en el sur de Xinjiang, en los años pasados más de 300.000 agricultores y pastores de 24 distritos han tenido acceso a gas natural limpio como combustible, poniendo fin a la dependencia de décadas de existencia de la leña para cocinar.
Es verdad que la región sigue estando atrasada económicamente si se compara con la costa este desarrollada. Pero no existe una forma más rápida de proyectar a la región a la prosperidad sino que a través de la estabilidad y de la solidaridad. La violencia y el terrorismo sólo causarán destrucción.
El 4 de agosto del año pasado, dos terroristas, armados con armas, explosivos, cuchillos y hachas arrollaron con un camión pesado a un equipo de más de 70 policías que realizaban un ejercicio matutino de rutina en Kashgar. Diecisiete personas murieron y 15 resultaron heridas en el ataque, justo cuatro días antes de la inauguración de los Juegos Olímpicos de Beijing.
Al igual que los terroristas en otras partes, quienes orquestaron la catástrofe tienen malas intenciones: provocar disturbios y propagar el temor y el odio.
Al observar a las víctimas se puede percibir de inmediato la gravedad de las pérdidas inmediatas. Pero eso no es todo. Con el cierre de negocios, los residentes refugiándose fuera de la región y las agencias cancelando sus rutas de viaje a Xinjiang, la economía local ya empezó a pasar a puros.
Es muy pronto para evaluar las repercusiones económicas y sociales del incidente. Pero la historia nos dice una y otra vez que sin amor, compasión y tolerancia, las semillas del odio crecerán. En consecuencia, la paz será devorada y la gente caerá en el abismo de agonía. Si esa desgracia ocurriera nadie sufriría más que la gente inocente. Fin