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ESPECIAL: ¿Existe libertad religiosa en el Tíbet?
Agregar a favoritos | Imprimir | e-mail | Corregir   09:31 20-03-2009 / spanish.china.org.cn
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El gobierno tibetano en el exilio afirma que en el Tíbet no hay verdadera libertad religiosa. Se trata de una afirmación totalmente gratuita, que carece del menor fundamento.

Los monjes y monjas tibetanos gozan de total y completa libertad para realizar todo tipo de actividades religiosas.

Lo que no les está permitido por la ley es involucrarse, directa o indirectamente, en actividades políticas secesionistas.

Actualmente, el número de monjes y monjas en las regiones tibetanas es elevadísimo, y ningun país de Occidente cuenta entre su población con una cifra proporcional tan alta de religiosos.

Por poner un ejemplo, es como si en España hubiese más de un millón de religiosos. En las regiones de Kham y Amdo, concretamente en las provincias de Sichuan, Yunnan, Qinghai y Gansu, no existe limitación al número de monjes.

En el distrito de Serta, de la región de Ganzi, visité hace años una universidad monástica ñingmapa donde vivían hasta 8.000 monjes y monjas, y conozco o me han hablado los mismos monjes de bastantes monasterios con 2.000 y 3.000 monjes.

En la actualidad se encuentran activos más de 2.000 monasterios, y los monjes se desplazan con libertad de un monasterio a otro, como peregrinos o para recibir enseñanzas de algún maestro.

La situación ha cambiado a partir del año pasado por razones fáciles de entender, pero aun así, en estos últimos meses he podido comprobar que los monjes en la región de Kham se desplazan como antes, con la única diferencia de tener que registrarse, a veces, al igual que los seglares (tibetanos, han y extranjeros), en algún control de policía.

Aunque algunos monjes bonpos y ñingmapas trabajan junto con sus familias en ciertas épocas del año, la mayor parte de los monjes vive a expensas de sus familias o de las donaciones de los fieles.

En Kham hay monasterios y monjes que tienen pequeñas tiendas (regalos, comestibles, ropa), y no sólo en el recinto del monasterio, sino también en las ciudades vecinas.

En la Región Autónoma del Tíbet (RAT), las autoridades han adoptado medidas que limitan el número de monjes.

Así, por ejemplo, el monasterio de Drepung, en las afueras de Lhasa, llegó a albergar hasta 10.000 monjes, y ahora no se permite que sú numero sobrepase los 1.000.

Además, desde 1998 no se autoriza la entrada en el monasterio hasta no haber acabado la enseñanza obligatoria, hacia los 15 años.

En cambio, en todas las demás zonas tibetanas tales restricciones no existen, y en todos los monasterios se puede oír el griterío de los niños-monjes (algunos de 7 u 8 años) que llenan las escuelas monásticas.

Los monasterios son el 90 por ciento budistas, el resto bonpos. También hay una importante comunidad musulmana (algunos viviendo en el Tíbet desde hace varias generaciones) con sus mezquitas.

Y no faltan pequeñas comunidades cristianas, con sus iglesias, católicas y protestantes.

Lo único que vigilan las autoridades sobre estas últimas es que no vuelvan a servir de vehículo para la penetración política y cultural de Occidente, como ocurrió en el siglo XIX y XX en la China feudal y semicolonial de entonces. Aunque a menudo se cuelan sus misioneros, a través de ONGs y otras organizaciones de ayuda supuestamente humanitaria.

El peligro que amenaza al budismo tibetano, y que sorprendentemente parecen ignorar algunos grandes lamas, viene precisamente de Occidente.

En Ladak, que es una parte del Tíbet ocupada por India (aunque de esto nada dice el Dalai Lama), se han multiplicado en los últimos años las conversiones de los jóvenes tibetanos al cristianismo.

Ello es debido al pertinaz y eficiente proselitismo de los misioneros, sobre todo evangelistas.

Para un joven tibetano, deslumbrado por Occidente y sobre todo por Estados Unidos, hacerse cristiano significa toda una serie de ventajas, empezando por las económicas.

Para terminar, una última consideración: He llegado a pensar que cuando el gobierno tibetano en el exilio afirma que en el Tíbet no hay verdadera libertad religiosa, lo que busca con ello no es sólo justificar los planteamientos políticos radicales del gobierno del Dalai Lama, sino también tener un pretexto para permanecer en el exilio.

Los grandes lamas, empezando por el Dalai Lama, viven en un exilio dorado, en condiciones materiales infinitamente mejores que las que tienen que soportar los grandes lamas que han preferido mantenerse junto a su pueblo, en los monasterios remotos, donde las condiciones de vida son a veces durísmas, como he podido comprobar por mí mismo.

"¿Dónde está vuestro rinpoche (huofo, buda viviente)?", pregunté una vez a unos tibetanos nómadas del distrito de Dege, en Kham.

"Vive desde hace años en Canadá", me respondieron, "alguna vez viene a vernos y nos trae dinero, pero sólo está unos días y en seguida se marcha".

Para los tibetanos, los rinpoches son como padres, y cuando un rinpoche se marcha al exilio, es como el padre que abandona a su familia.

Un día le pregunté al rinpoche del monasterio ñingmapa (hongjiao) de Shechin, en ese mismo distrito de Dege: ¿"Por qué no se ha ido al extranjero, como han hecho otros rinpoches?, a lo que me respondió: "No me he ido ni me iré, porque sé que el rinpoche que va al extranjero cambia".

No hace falta decir que el cambio al que se refería era "cambiar a peor". Igual que el rinpoche de Shechin, son muchos los rinpoches que han decidido seguir con su gente, no abandonarla, pues sus actividades religiosas no encuentran el menor obstáculo por parte de las autoridades.

La gran mayoría de los rinpoches bonpos están en el interior. Son esos grandes lamas los que merecen el mayor de los respetos. Fin

*Iñaki Preciado Idoeta es español, doctor en Filosofía, traductor y tibetólogo.


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20-03-2009 , Xinhua
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