El Tíbet es, desde tiempos antiguos, parte inalienable de China. Liberar el Tíbet por la vía pacífica, expulsar de allí a las fuerzas agresoras imperialistas, llevar a cabo la reforma democrática y abolir el sistema teocrático de servidumbre feudal, constituyeron un importante componente de la revolución nacional-democrática antiimperialista y antifeudal librada en los tiempos modernos por el pueblo chino, además de importante misión histórica del gobierno chino luego de la fundación de la República Popular China.

Previo a 1959, el Tíbet fue sometido a una sociedad teocrática de servidumbre feudal, más oscurantista y atrasada que la época medieval en Europa. El Dalai Lama XIV, líder de la secta Gelug del budismo de transmisión tibetana y jefe del gobierno local del Tíbet, asumió los poderes políticos y religiosos y fue representante general de la clase de propietarios feudales de siervos tibetanos. Los propietarios de siervos, menos del 5% de la población tibetana, se apoderaron de la mayoría absoluta de los medios de producción del Tíbet y monopolizaron las riquezas materiales y espirituales. Por su parte, los siervos y esclavos, más del 95% del pueblo tibetano, no contaban con medios de producción ni libertad personal, convirtiéndose en víctimas de una opresión y explotación extremadamente crueles, en medio de un ambiente excesivamente miserable y trágico en que no contaban con derecho alguno como personas. La dominación del sistema teocrático de servidumbre feudal sofocó la vitalidad y el vigor de la sociedad tibetana, encaminada cada vez más hacia su declive y decadencia.

En 1951, el Gobierno Popular Central firmó con el gobierno local tibetano el Acuerdo acerca de los Métodos para la Liberación Pacífica del Tíbet (Acuerdo de 17 Artículos, en su forma abreviada), a través del cual el Tíbet se libró del yugo de las fuerzas agresoras imperialistas e hizo realidad la liberación pacífica, creando las condiciones previas básicas para permitir que el Tíbet progresara y se desarrollara junto con toda China.

El Acuerdo de 17 Artículos estipuló la necesidad de reformar el sistema social del Tíbet y enfatizó que “el gobierno local del Tíbet debe tomar la iniciativa de efectuar la reforma”. Sin embargo, teniendo en cuenta las circunstancias especiales del Tíbet, el Gobierno Popular Central adoptó una actitud muy prudente respecto a la reforma y, con la mayor paciencia, tolerancia y sinceridad, persuadió y esperó a que el grupo dominante del Tíbet tomara la iniciativa para la puesta en marcha de la reforma. No obstante, instigados y apoyados por fuerzas imperialistas, ciertos elementos de la camarilla dominante del Tíbet se opusieron radicalmente a la reforma democrática, pese al creciente fervor popular a favor de la misma, persistiendo obstinadamente en “no cambiar durante largo tiempo, no cambiar nunca” con el intento de mantener por siempre el sistema teocrático de servidumbre feudal. El 10 de marzo de 1959, destrozando abiertamente el Acuerdo de 17 Artículos, tuvieron la desfachatez de desencadenar una rebelión armada general. El Gobierno Popular Central, junto al pueblo tibetano, apaciguó resueltamente la rebelión armada, con el objetivo de salvaguardar la unificación nacional y defender los intereses fundamentales del pueblo tibetano. Mientras tanto, se levantó en el Tíbet un vigoroso y masivo movimiento por la refo- rma democrática, anulando el sistema teocrático de servidumbre feudal, emancipando al millón de siervos y esclavos y dando inicio a una nueva época en que el pueblo tibetano es dueño de su destino. Este constituyó el cambio más amplio, más profundo y más grandioso en la historia del desarrollo del Tíbet, así como un importante viraje para el desarrollo de la sociedad y el progreso de los derechos humanos en el Tíbet y, también, un enorme progreso poseedor de importante significado en la historia del desarrollo de la civilización humana y la historia de los derechos humanos del mundo.

En este medio siglo, el pueblo de las diversas etnias del Tíbet, ya emancipado, con la solicitud del Gobierno Popular Central y el apoyo del pueblo de toda China, se ha entregado, como dueño y con gran entusiasmo, al gran proceso de construcción de la nueva sociedad y de una nueva vida, creando maravillas nunca antes conocidas en la historia del Tíbet. El sistema social del Tíbet ha hecho realidad el desarrollo a modo de quema de etapas, la obra de la modernización se renueva diariamente y avanza a pasos agigan- dos, la fisonomía social ha experimentado cambios titánicos y de carácter histórico, en tanto la causa de los derechos humanos exhibe avances significativos que acaparan la atención mundial.

Al cumplirse este año el 50 aniversario de la reforma demo- crática del Tíbet, consideramos importante echar una mirada retros- pectiva a este impetuoso progreso histórico y a los extensos y profundos cambios históricos operados durante medio siglo en esta tierra. Además, sacar a la luz la ley del desarrollo social del Tíbet, poner al descubierto con pruebas irrefutables las diversas mentiras difundidas por la camarilla del Dalai y la verdadera faz del Dalai Lama XIV contribuyen a clarificar la veracidad de la historia y permiten al mundo conocer un Tíbet auténtico en constante desarrollo.