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Libro Blanco: 50 años de reforma democrática en el Tíbet-Conclusiones
Agregar a favoritos | Imprimir | e-mail | Corregir   10:54 16-03-2009 / spanish.china.org.cn
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Los enormes cambios y vicisitudes vividos en estos 50 años han permitido al Tíbet avanzar de la oscuridad a la luz, del atraso al progreso, de la pobreza a la abundancia, de la autocracia a la democracia, del encierro a la apertura. En los momentos actuales, el Tíbet transita el camino del desarrollo económico, el progreso social, la prosperidad cultural, el mejoramiento de la vida del pueblo, la unidad étnica, el buen gobierno y el armonioso pueblo, disfrutando así del mejor periodo de desarrollo de su historia.

La historia demuestra elocuentemente que la realización de la reforma democrática en sus más de 1.200.000 kilómetros cuadrados de territorio y la eliminación del sistema teocrático de servidumbre feudal, sufrido durante varios siglos, permitieron al millón de siervos y esclavos liberarse del yugo de servidumbre, lo cual no sólo constituye un extraordinario capítulo de la historia del desarrollo de los derechos humanos de China, sino también una densa pincelada en la historia internacional de la eliminación de la esclavitud y, sin dudas, una gran proeza en el camino de la humani- dad hacia la civilización y el progreso que reluce a través de los siglos. Sin la reforma democrática no se habría logrado la emanci- pación de las amplias masas trabajadoras que representaban el 95% de la población tibetana, ni el desarrollo de la sociedad tibetana a modo de quema de etapas, ni el desarrollo y progreso de la causa de los derechos humanos del Tíbet, ni la hermosa vida que lleva hoy el pueblo de las diversas etnias del Tíbet.

La historia testimonia de manera irrefutable que el Dalai Lama XIV y su camarilla política fueron representantes generales del sistema teocrático de servidumbre feudal y de una minoría de propietarios de siervos del viejo Tíbet, además de monopolizadores de los recursos políticos, económicos y culturales y de los beneficios adquiridos en el viejo Tíbet. Además, tenían choques de intereses fundamentales con el pueblo trabajador que representaba la absoluta mayoría de la población tibetana y contradicciones profundas e irreconciliables con la demanda del desarrollo y progreso sociales del Tíbet y la ley de desarrollo de la sociedad humana. De ahí que la camarilla del Dalai se opusiera obstina- damente a la reforma democrática, que no se retirara del escenario histórico, ni abandonara automáticamente los privilegios que poseía y, mucho menos, se resignara a su fracaso. Hace 50 años, con el propósito de mantener el sistema teocrático de servidumbre feudal y sus privilegios “que no cambiarían nunca”, la camarilla del Dalai no vaciló en desencadenar la rebelión armada dirigida a escindir la patria. En este medio siglo desde su huida al extranjero, no aban- donó ni un solo segundo los intentos por recuperar el sistema teo- crático de servidumbre feudal. Ellos crearon y mantienen el llamado “gobierno del Tíbet en el exilio” de integración político- religiosa con el Dalai Lama como cabecilla político y religioso fuera del territorio chino, apoyados por las fuerzas antichinas de Occidente, no han cesado en ningún momento en sus actividades destinadas a sabotear el desarrollo y la estabilidad del Tíbet y a escindir la patria. En el escenario internacional trastrocan lo verda- dero por lo falso, propagan opiniones manipuladas, se camuflan de voceros del “pueblo tibetano”, adornan la sociedad de sistema teocrático de servidumbre feudal del viejo Tíbet como un “Shangri- La” estilo paraíso, acusan absurdamente a la práctica de la reforma democrática y el impulso del desarrollo y progreso del Tíbet como “extinción de la cultura”, “arruinamiento de la religión” y “violación de los derechos humanos”. Esto demuestra que el Dalai Lama XIV y su camarilla política están muy lejos de desear la extinción del sistema teocrático de servidumbre feudal, ver al pueblo ser dueño de su destino bajo el sistema socialista democrá- tico popular, renunciar a los privilegios de la clase de propietarios de siervos y aceptar la vida feliz, segura y sana del pueblo de las diversas etnias del Tíbet. Todo esto demuestra que la esencia de las divergencias y la lucha entre nosotros y la camarilla del Dalai no radica bajo ningún concepto en el problema de realizar o no la autonomía, sino que se reduce a la lucha entre el progreso y el retroceso y entre la unificación y la secesión.

La historia avala convincentemente que la anulación del sistema de servidumbre, la liberación de los siervos y esclavos, la defensa de la unificación del Estado y la oposición a la escisión nacional constituyen la causa progresista y justa dirigida a salvaguardar los derechos humanos y la soberanía estatal. Tal como hiciera el gobierno norteamericano, con el fin de oponerse a la secesión del sur y la esclavitud y liberar a los esclavos afro- americanos, que no vaciló en desencadenar una guerra civil a gran escala que duró cuatro largos años, invertir más de 15.000 millones de dólares en la guerra, originando más de un 1.100.000 bajas entre heridos y muertos e incalculables pérdidas en diversos aspectos. El presidente Abraham Lincoln, quien dirigió la lucha, dejó grabado su nombre en los anales de la historia por ese acontecimiento y es hasta nuestros días elogiado por el pueblo norteamericano y los pueblos del mundo. La camarilla del Dalai, con el objetivo de mantener el sistema teocrático de servidumbre feudal, tuvo la desfachatez de desatar una rebelión a gran escala destinada a escindir la patria. El gobierno chino adoptó medidas para apaciguar la rebelión, salvaguardando la unificación del Estado, liberando al millón de siervos y esclavos, lo cual posee una significación de progreso en la historia de la humanidad para nada inferior a la guerra civil y la liberación de los esclavos afroamericanos en Estados Unidos. Sin embargo, algunas fuerzas antichinas de Occidente, a despecho de los hechos objetivos, invierten lo correcto y lo erróneo, adulan al Dalai XIV, representante general del sistema teocrático de servidumbre feudal y representante general de los propietarios feudales de siervos del Tíbet, calificándolo de “defensor de los derechos humanos”, “mensajero de la paz” y “líder espiritual”, mientras acusan de “violación de los derechos humanos” al gobierno chino que anuló el sistema de servidumbre feudal y liberó al millón de siervos y esclavos. Esto es una total infamia y llama a la reflexión. En los hechos, el llamado “problema del Tíbet” fue, desde el mismo comienzo, un producto del imperialismo al intentar dividir a China y una parte de las pretensiones de las potencias imperialistas de la época moderna de transformar a China en su colonia y semicolonia. En 1959, la camarilla del Dalai desencadenó la rebelión armada dirigida a escindir el Estado precisamente con el apoyo e instigación de las fuerzas imperialistas. Desde que la camarilla del Dalai huyó al extranjero, las fuerzas antichinas de Occidente no han cesado en incitar, respaldar y entrenar a los secesionistas pregoneros de la “independencia del Tíbet” de la camarilla del Dalai en sus actividades. Esto demuestra que el llamado “problema del Tíbet” no es, bajo ningún sentido, un problema de etnia, religioso, ni de derechos humanos, sino un problema de las fuerzas antichinas de Occidente que intentan detener a China, dividirla y demonizarla.

La historia corrobora también de manera muy elocuente que la restauración del antiguo sistema en el Tíbet no podrá lograrse nunca y la secesión no tiene porvenir. La época quiere avanzar y la sociedad progresar, fenómenos imposibles de detener. Es infran- queable la voluntad del pueblo de las diversas etnias de China, incluido el pueblo tibetano, de defender la unificación y la sobera- nía estatales, por lo que no se puede inmutar la voluntad de persistir en la dirección del Partido Comunista de China, en el camino socialista con peculiaridades chinas y en el sistema de autonomía regional étnica, al tiempo que no flaquea la voluntad de promover al Tíbet para hacer realidad la modernización y construir un nuevo Tíbet, unido, democrático, rico, civilizado y armonioso. La camarilla del Dalai no tiene salida en su “independencia del Tíbet”, tampoco encuentra ninguna salida al procurar la semi-inde- pendencia e independencia disfrazada bajo el rótulo de “autonomía de alto grado”. La camarilla del Dalai pretende hacer retroceder la historia y restaurar la dominación del sistema de servidumbre feudal bajo todo tipo de pretextos, lo cual será firmemente rechazado por el pueblo de las diversas etnias del Tíbet que padeció duramente el sistema de servidumbre feudal y experimenta ahora la felicidad en el nuevo Tíbet. Pero, esas intenciones están también predestinadas al fracaso. La única salida para el Dalai Lama XIV es abandonar de veras su “independencia del Tíbet”, todo intento por restaurar el viejo sistema, reconocer al Tíbet como parte inalienable de China, disolver el llamado “gobierno del Tíbet en el exilio” y cesar todo tipo de actividades de escisión al Estado. El Dalai Lama XIV tiene que reflexionar radicalmente y corregir de manera cabal sus pronunciamientos y actos políticos. El Gobierno Central siempre tendrá la puerta abierta para el retorno del Dalai Lama XIV a la posición patriótica.


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