Vergonzosa colusión entre EE.UU. y Japón en descarga de aguas contaminadas de Fukushima

Activistas ambientales surcoreanos muestran cárteles con peces y señales de radioactividad cerca de la embajada japonesa en protesta contra la decisión de Tokio de verter aguas residuales de Fukushima al océano, Seúl, 13 de abril de 2021.

Una razón aparente para que Washington adopte tal actitud es que Japón está muy lejos de él. Si Japón descargara las aguas cerca de su territorio seguramente mostraría una postura distinta. Pero el cálculo tiene errores. Con las corrientes más fuertes del mundo a lo largo de la costa de Fukushima, el material radiactivo podría extenderse por todo el Pacífico. Es ilusorio pensar que el país yace lejos de una posible crisis.

Su comportamiento demuestra un juego geopolítico maligno de ejemplificar el accionar japonés. Cuando este hecho cause un daño ambiental a largo plazo, el proceder estadounidense también será un engaño político; sin embargo, las cosas malas pueden tener un lado positivo con métodos políticos y de opinión pública, mientras que el poder cualitativo y judicial va más allá de todo lo demás.

Es comprensible que las aguas radiactivas deban ser tratadas, pero Japón no ha hecho lo suficiente con todos los medios a su alcance en ese aspecto. Su investigación sobre riesgos de contaminación está lejos de ser óptima y carece de comunicación con sus países vecinos.

En su lugar, Tokio se ha enfocado en ganar la venia de Washington. El Gobierno japonés ha elegido la forma más fácil y barata de deshacerse de estas aguas en el océano, ha maniobrado la política internacional para reducir en grande el costo de tratarlas adecuadamente.

Pasarán dos años antes de que Japón realice el vertido. China necesita acelerar su contraataque y hacer todo lo posible para proteger la seguridad de su costa, especialmente la pesca.

Beijing debe crear condiciones para que el sector que se verá afectado reclame una compensación, y ayudarles a obtener la misma que reciban los pescadores japoneses. No se debe permitir un escenario en el que Japón descargue aguas contaminadas y los países vecinos paguen la consecuencia de tal acto.