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spanish.china.org.cn | 08. 09. 2016 | Editor: Lety Du | [A A A] |
Por Mauricio Castellanos
Tal y como estaba previsto, en estos días los ojos del mundo se concentraron en Hangzhou con el ansia de conocer las estrategias divisadas por los líderes del Grupo de los 20 para corregir el rumbo de la economía mundial, y también de analizar el papel de China como anfitrión de la reunión por primera vez en la historia.
Felizmente, ambos respondieron a las expectativas, y dejaron para la posteridad una cumbre plena de resultados positivos, y ejecutada con la perfección y el cuidado por el detalle con los que, en agosto de 2008, China le mostró al mundo la forma en que le gusta hacer las cosas, con los Juegos Olímpicos de Beijing.
Hechos como la adhesión de China y Estados Unidos al acuerdo global sobre el cambio climático, la selección de la innovación y el desarrollo como dos de los temas principales y el compromiso del G20 de redoblar esfuerzos para convertirse de instrumento de reacción a la crisis en mecanismo de gobernanza global a largo plazo, le otorgan al evento un nombre y un apellido bastante distinguidos y bien merecidos: éxito indiscutible.
De igual o mayor significado para China es el respaldo unánime del Grupo a sus diferentes propuestas para encarrilar la economía global por la senda de la recuperación definitiva. En un acto a la vez de de grandeza y humildad, los líderes de las 20 economías más poderosas del planeta reconocieron en Hangzhou que varios aspectos de la experiencia china de éxito, especialmente como fruto de su política de Reforma y Apertura, son factibles de ser replicados a nivel mundial, con grandes posibilidades de dar resultados igualmente positivos.
Con tono conciliador y lleno de confianza, en el discurso inaugural del evento el presidente Xi Jinping instó a sus ilustres invitados a dejar en el pasado la mentalidad de la Guerra Fría, reconocer que en el mundo de hoy el aislamiento y el proteccionismo sólo pueden conducir al fracaso, y apostar por la integración; a dejar atrás la época en que la humanidad era regida por una o dos grandes potencias y aceptar que la nueva realidad es la de un mundo globalizado, interconectado, en el que todos los países se ayudan unos a otros, en la medida de sus posibilidades, para lograr el desarrollo común.